lunes, noviembre 11, 2019

RESEÑA

Masanobu Fukuoka.   LA REVOLUCIÓN DE UNA BRIZNA DE PAJA.
                                UNA INTRODUCCIÓN A LA AGRICULTURA 
                                NATURAL[1]




Por: Emilia Cabane


Fue un inesperado y enriquecedor descubrimiento leer "La revolución de una brizna de paja" o en otra traducción "La revolución de un rastrojo". Me esperaba un libro que hablara sólo de  prácticas agrícolas  en Japón, encontré un texto con fondo filosófico que trata, por supuesto, aspectos de la cultura japonesa pero también de dieta, salud y experiencias agrícolas erróneas a no repetir.

Masanobu Fukuoka, nació en 1913 en un pueblito de la isla de Shikoku, Japón, y murió en  1992. Hijo de humildes campesinos, se graduó de microbiólogo y se especializó en fitopatología. A los 25 años de edad, una profunda crisis existencial lo llevó a cuestionar radicalmente el sentido de su vida, de la humanidad y del planeta. Trabajó como supervisor de agricultura científica, durante la segunda Guerra Mundial, teniendo como objetivo incrementar la producción de alimentos. En su libro relata que renunció a su empleo para ir a cultivar la tierra en su pueblo natal. Allí, en su pequeña granja, se dedicó a  trabajar con la naturaleza, a prueba y error, hasta que logró que su huerto natural al mismo tiempo fuera un bosque y un jardín, donde conviven árboles frutales, plantas medicinales, mirtos, acacias, verduras, arroz, plantas de olor, y flores. Todo esto sin hacer uso de labranza, ni de fertilizantes, ni de pesticidas (WuWei)[2]. Su profundo conocimiento de la naturaleza y sus ciclos e interacciones fue vital y abarcó el campo espiritual.

Descubrió que "a la naturaleza le falta vitalidad, y esta falta de vitalidad se transmite a la comida y a través de la comida a las personas”[3]

Fukuoka nos recuerda varios de los enunciados de Laudato Si’ en el capítulo IV: "Si todo está relacionado, también la salud de las instituciones de una sociedad tiene consecuencias en el ambiente y en la calidad de vida humana."[4] Así pues, "el análisis de los problemas ambientales es inseparable del análisis de los contextos humanos, familiares, laborales, urbanos, y de la relación de cada persona consigo misma"[5], porque "no hay dos crisis separadas, una ambiental y la otra social, sino una única y compleja crisis socioambiental."[6]"Cualquier menoscabo de la solidaridad y del civismo produce daños ambientales."[7]

La agricultura moderna es una industria más, que utiliza energía, petróleo,  fertilizantes, pesticidas y maquinaria en la elaboración de productos alimentarios sintéticos, que son desafortunadas imitaciones de los alimentos naturales. Así, el granjero se ha convertido hoy por hoy en la mano asalariada de una sociedad altamente industrializada.

El Wu Wei, aplicado por Fukuoka a la agricultura natural, -no se trata de sentarse y esperar a que la tierra se convierta en el jardín del edén-. Muchas veces requiere años de observación y estudio de la tierra, hasta dar con las especies adecuadas y conseguir un estado de fertilidad óptimo para lograr una buena producción. Los cinco principios del Wu Wei son:

§  No arar. En su estado natural la tierra no es arada, ya que por sí misma no puede hacerlo y así,  los bosques son cada vez más fértiles si se les deja evolucionar a su ritmo. Al voltear la tierra estamos modificando parte de su estructura y de la composición del suelo, lo cual puede ocasionar destrucción  comunidades microscópicas de nemátodos, bacterias y hongos que son quienes hacen una tierra sea fértil y variada.
§  No usar abonos ni fertilizantes. De igual forma, los bosques no deben ser intervenidos con compuestos concentrados. El aporte que hace la materia vegetal al descomponerse por acción de esas comunidades microscópicas que los habitan es suficiente para recuperar los nutrientes. De acuerdo con los ciclos ordenados de la vegetación y de la vida animal, y lo que trae el viento, hacen que la capa vegetal concentre una fertilidad inmensa.
§  No eliminar malas hierbas ni usar herbicidas. Las malas hierbas no existen, por el contrario juegan un papel importante en la fertilidad del suelo, eso sí hay que conocerlas y aprender a controlarlas con métodos naturales. Fukuoka propone estudiarlas para sacar partido de ellas y que interaccionen con otras especies vegetales y la fauna del suelo para enriquecer el agrosistema.
§  No usar pesticidas. Generalmente, las plagas en los monocultivos se controlan a base de venenos. Esto lleva a un desarrollo débil de las plantas y en estas condiciones las enfermedades y las plagas se convierten en problema grande. El método Fukuoka evita este tipo de cultivo intensivo, que agota el suelo
§  No podar. El objetivo principal de este principio es permitir que las plantas alcancen el porte que la naturaleza dispuso para cada especie.

Fukuoka también cuestionó la agricultura moderna en su afán por vender inflando los precios y transportando a otras regiones del planeta sin respetar los ciclos de maduración natural. En contraposición, la abundancia y sabor de las cosechas en una granja, bajo sus principios, son insuperables.

Su forma natural de cultivar ha sido englobada en las técnicas de la Permacultura[8] y en definitiva se basa en observar e imitar a la naturaleza, que es bastante más sabia que nosotros, en vez de intentar controlar todos y cada uno de los factores de un ecosistema a base de productos químicos, tratamientos mecánicos o alteraciones genéticas.

A simple vista, esto se podría apreciar como la locura de un japonés idealista, pero la realidad es que en muchas partes el método Fukuoka ha sido usado con resultados exitosos.

                                             
                                               


[1] 2ª. Ed. Ediciones EcoHabitar. Teruel, España, 2011. 153 páginas.
[2] La no labranza o el no hacer nada. Principio del budismo ZEN
[3] Tomado de:  https://www.mundifrases.com/frases-de/masanobu-fukuoka/  recuperado el 4 de octubre de 2019
[4] Laudato Si’  142
[5] Ibid 141
[6] Ibid 139
[7] Ibid 142
[8] La Permacultura busca cuidar la tierra y las personas al mismo tiempo, y encontrar modos en que los elementos se aprovechen en diferentes direcciones dentro de un mismo sistema.  Tomado de: https://www.academia.edu/10122953/APUNTES-Agricultura_Natural-Fukuoka_STUDER   Recuperado el 3 de julio de 2019.

Fotografía de cierre: https://www.huertosdesoria.org

lunes, abril 08, 2019

RESEÑA

Carlos González Vallés.[1]  
DESCUBRE TUS RITMOS: PARA VIVIR MEJOR[2]


Por: Nohora Inés Pedraza Niño

“No se juega con los ritmos, no se juega con la creación, no se juega con la naturaleza. 
 Conocer sus ritmos, nuestros ritmos, aceptarlos de corazón y jugar con ellos. Esta es la gran estrategia para dominar los ritmos de la vida y hacer que sean instrumentos de crecimiento y creación.”[3] 

En un mundo lleno de actividades, de aceleres, de hacer…y no de ser…, Carlos Vallés nos invita a despertar, a estar presentes, a volver hacia atrás y mirar en plenitud que todo en la vida está regido por ritmos.
Carlos Vallés nos acerca a lo expresado por el Papa Francisco en LAUDATO SI: La aceleración de los cambios de la humanidad y del planeta se une hoy la intensificación de ritmos de vida y de trabajo, en eso que algunos llaman «rapidación». (LS, 18)

En la rapidación se nos han olvidado los ritmos diarios de la naturaleza, los ritmos mensuales de la luna, los ritmos de las estaciones, los ritmos de las especies que nos acompañan, los ritmos de la vida, los ritmos alimenticios, los ritmos de nuestro cuerpo …

Los Ritmos en la creaciónEl día y la noche, la tierra y los mares, la luna y el sol.  “Y vio Dios que todo era bueno”. En la creación el día no lo forman mañana y tarde, sino tarde y mañana: Atardeció y amaneció, para mostrar que el día no acaba en noche sino en luz.

El autor nos invita a leer el ritmo de la creación: Dios creó a Adán y Eva de día. Con luz para que vieran las maravillas del jardín en que los ponía, la armonía de los cielos, la compañía de animales y plantas. Había plantas, frutos, manzanos, aves, insectos, mariposas, flores, colores y olores. Tras la luz venían las sombras y tras las sombras la luz, amaron el día y la noche porque el uno no podía existir sin el otro.

Pero la rapidación, el consumismo desaforado, la economía de mercado nos ha traído el mayor enemigo, el mayor peligro, la mayor amenaza a la felicidad, la sociedad de 24 horas: abierto 24 horas al día, siete días a la semana, 365 días al año, turno de día y turno de noche, ciudades de 24 horas: comercio, negocios, tráfico, diversión, vender y comprar. Se acabó el día y la noche, se acabó la tranquilidad. Se aceleró el reloj.

Es bueno recordar que los seres vivos estamos sujetos a los cambios de intensidad de la luz del día y la noche, nuestros relojes biológicos tienen mecanismos fisiológicos de conexión como las hormonas y los nervios. La llave biológica es la percepción visual del día y la noche (animales diurnos, animales nocturnos,  flores que se abren al amanecer y se cierran al anochecer, ojos de águila, ojos de lechuza).  Aunque hayamos cambiado el planeta, llenado el planeta de cosas, descubierto y creado medicamentos, nuestro cuerpo sigue gobernado por los ritmos del universo y del planeta: la noche invita a descansar y dormir.

El ritmo de las estaciones. El texto hace una bella explicación de estas, dice que “el paraíso se inauguró en primavera, las flores se abren, los pájaros cantan, los animales despiertan, retozan en la hierba. El verano lo conocieron (Adán y Eva) fuera del paraíso, cultivaron la tierra (…), pero, los días más largos, el aire templado…el calor, el resguardarse y descubrir que los árboles dan sombra (…). De pronto el sol quemaba menos, el calor cedía, la brisa refrescaba, las hojas caían, los días eran más cortos, había más sombra era el primer otoño (…). De repente había menos calor del sol, migraban las aves, menos luz, más frio, se necesitaba más resguardo, era el invierno y ¿si el sol no volvía? Que difícil estar fuera del paraíso. ¿Este sería el castigo?”[4]

Y aquí la reflexión sobre la producción en masa de alimentos, de productos no perecederos, de perecederos con luz 24 horas (frutas, hortalizas, carne). Y se olvidaron los ritmos de la creación en cuanto a los ciclos de la naturaleza, de los ecosistemas, de la reproducción, de los suelos y los cultivos. Como lo dice el Papa Francisco: “Dentro del esquema del rédito no hay lugar para pensar en los ritmos de la naturaleza, en sus tiempos de degradación y de regeneración, y en la complejidad de los ecosistemas, que pueden ser gravemente alterados por la intervención humana.” (LS, 190)

Ritmos alimenticios modernos, regulados por los horarios de trabajo, por las redes sociales, por las actividades individuales o sociales. Comenos aceleradamente, mirando televisión, leyendo mensajes del celular. Comemos a golpe de reloj, tengamos hambre o no. Desayuno, onces, almuerzo, merienda, comida puntuales y obligatorios, creamos nuestros ritmos, nuestros problemas de salud. ¿Y nuestros amigos, los animales domésticos?: acomodamos sus horarios ingestivos y digestivos, comer cuando se ordena, lo que se les dé y donde se ponga el alimento.  Contagiamos nuestros ritmos a los animales que nos acompañan.

El ritmo alimenticio de los animales en libertad es diferente, comen cuando cazan o cuando encuentran el árbol favorito, no comen si no tienen hambre, guardan la línea, saben lo que han de comer.

Ritmos de nuestro cuerpo…todo está conectado… Cada día más olvidados. El pulso de nuestras venas, la tensión de nuestras arterias, el subir y bajar de nuestros pulmones, la temperatura de nuestro cuerpo que cambia con las horas, el parpadeo de nuestros ojos. El corazón rige el ritmo de nuestra existencia: su latido, la presión sobre los vasos sanguíneos es el latido de vida, nos acompaña de día y de noche con su fiel ritmo. Y nuestros sentidos; el palpar, el escuchar, el ver y observar, el oler, el saborear, el disfrute de la vida a través de ellos. Por ello la importancia del ocio, del descanso para alabar y agradecer, volver a los inicios: Ley del Shabbath, “el séptimo día, Dios descansó de todas sus obras: cada séptimo día debía celebrarse como un día de descanso” (LS, 71)

De igual manera, Carlos Vallés, nos invita a reconocer los ritmos de nuestra mente: sueños…miedos…proyectos: autoestima, autorrealización. Descubrir la inspiración que nos agita dentro, aprovechar su ayuda, seguir sus impulsos, obedecer sus ciclos. Es el pulso de la vida que nos lleva a ser lo que somos, a desarrollar lo que tenemos, a vivir en plenitud todo lo que elegimos. Compartir, dar y entregar lo que se nos ha dado y contribuir a dejar nuestro entorno más feliz. Para ello es necesario el aquí y el ahora. No es rapidismo, consumismo, hacer, tener únicamente. Es ser, valorar, reflexionar, vivir, reconocer que somos ritmo de vida en la creación y con la creación. Quiero reconocer que soy ritmo de vida con Dios, con la creación.



[1] Ed. Sal Terrae,  Madrid,  2008
[2] “No importa lo que toques – decía Liszt – si llevas bien el ritmo.” La vida tiene sus ritmos, y para seguirlos debidamente hay que sentirlos. Días y noches, invierno y verano, pulso y respiración, entusiasmo y depresión… todos son ritmos que llevamos metidos en el cuerpo y en el alma, que gobiernan nuestra vida y rigen nuestra andadura. Es importante conocerlos para aprovecharlos. Breve descripción del texto en http://www.carlosvalles.com/nespanol/mislibros.htm, página donde presenta su vida y sus textos.
[3] GONZALEZ VALLÉS, “Descubre tus ritmos para vivir mejor”, 134 y 148.
[4] Ibíd., 11-12.

lunes, enero 28, 2019

RESEÑA

Carlos González Vallés.       Y LA MARIPOSA DIJO…[1]




Por: Luz Stella Millán P.


Carlos González Vallés, misionero jesuita nacido en Logroño, España, en1925, autor de este libro, es conocido popularmente como el Padre Vallés. Graduado en matemáticas, además de viajar en misión a India, por más de 30 años, también fue profesor de ciencias exactas en la Universidad de San Javier, en Almedabad.

Vivió cerca de 10 años de peregrinaje en barrios humildes de la cosmopolita Almedabad, allí tuvo la oportunidad de relacionarse con numerosas familias indias, conociendo de cerca su cultura, y estas experiencias lo llevaron a Incursionar en la literatura guyaratí[2] con numerosos libros -más de 70-, obra por la cual ganó la medalla de oro Ranyitrám, única vez que se ha concedido a un extranjero.

A través de toda su obra literaria, escrita en los idiomas castellano e inglés, ha promovido el encuentro entre culturas. Vive en India y realiza continuos viajes especialmente a Europa y América Latina, esto le permite divulgar el pensamiento de tan diferentes culturas.

Y la Mariposa dijo es una recopilación de 81 escritos cortos, con alto contenido ecológico. Tiene gran inspiración en sus vivencias de viajes a Suramérica; en incursiones realizadas a los Andes  -Cusco y Machu Pichu-, y al Himalaya; en sus observaciones de desiertos y mares. La conjunción entre sus sentidos físicos y su alma, que se plasma en cada uno de los escritos del libro, lo convierten en profunda reflexión cargada de lecciones zen y en expresión de tradiciones aborígenes, de ahí que lo ha subtitulado Meditaciones desde la Tierra[3]. Y lo ha autocalificado como uno de sus libros favoritos.

El libro coincide con lo expresado por el Papa Francisco cuando afirma que ningún individuo es una isla, sino que todos estamos interrelacionados, dando lugar a que todo afecte a todo. En consecuencia, para González Vallés “No hace falta gritar para ser oído”[4]; por el contrario, si se habla bajito, el mensaje llega lejos.

Considera la práctica de orar con el cuerpo cuando meditar se convierte en el silencio del alma, y a ello contribuye el silencio del cuerpo entero, que se hace templo, por eso es oración; oración que puede darse en cualquier momento, incluso en aquel que llamamos tiempo perdido, un tiempo que debe ser eso: pausa para dejar pasar, y que de ninguna manera es malo, coadyuva a alcanzar paz interior, tranquilidad, quietud… fomenta el pensamiento, la meditación, la creatividad. No debemos ser esclavos del tiempo, sino dejar que los  momentos de la vida “sucedan”… cada tiempo es lo que es, y es parte de la vida.

Frente a la naturaleza, puntualiza la responsabilidad compartida que tenemos, y como su transformación debe darse desde el amor y no desde el egoísmo de la ganancia. Concluye que para él, sólo es Ecologista el que ha dejado de hacerse daño a sí mismo; que el ecologismo es caridad porque piensa en los demás, en el futuro, en beneficios ajenos, se sacrifica por resultados que nunca verá.  Concuerda con que “lo importante no es llegar, es caminar”[5]. Y, como en oriente, hay que disfrutar el camino a través de la contemplación de la naturaleza.

En resumen, este texto es una meditación acerca de la naturaleza, producida desde la teología del Padre Vallés, e influenciada por las formas de pensar de oriente y de occidente. Su narrativa tiene un carácter descriptivo, abundante en citas, textos bíblicos y cristianos, parábolas, versos, y haikus[6], que él adorna con exquisitas formas literarias, haciendo de temas densos lecturas livianas.

Como característica, en sus escritos subyacen las vertientes espiritual y ecológica; las culturas de oriente y occidente; las experiencias de profesor y misionero. A la hora de dimensionar su pensamiento expresa que “con mi herencia española, mi identificación con la India, y mi enamoramiento de Latinoamérica recibo humildemente en mi alma la bendición que en el Oriente llamamos vivir tres vidas en una".


[1] Ed. San Pablo, 4ª.reimpresión, 240 págs. Bogotá, 2002
[2] Lengua de Mahatma Gandhi, una de las 17 oficiales de la India, propia de la provincia de Guyarat
[3]  Subtítulo que aparece sólo en algunas de las ediciones del libro
[4]  González Vallés, Carlos. Y la mariposa dijo… Pág. 141
[5]  Ibíd. Pág. 87
[6] Poemas Breves japoneses