viernes, abril 15, 2016

HISTORIAS DE VIDA

Sandra  Beltrán:
PORQUE ESTOY AQUÍ

Estoy aquí, porque amo la naturaleza, porque respeto la creación de Dios, porque de ella vengo, soy parte de ella y por ella moriré. Creo que la naturaleza tiene magia. Debe tenerla, porque es incomprensible, con seres grandes, pequeños, hermosos, curiosos, pero todos con una finalidad, engrandecer la magia de nuestro planeta.

Cuando era niña siempre soñé dedicar mi vida al cuidado y preservación de la naturaleza, pensé en estudiar algo relacionado con su cuidado, por ello quise estudiar biología marina, desafortunadamente recibí opiniones que me hicieron desistir de mi idea. Al ver que no podía realizar mi sueño, seguí mi camino pero nunca dejé de lado la idea de cuidar y aportar mi granito de arena para salvar el planeta. Continué mi vida universitaria como Administradora de Empresas, creyendo que el objetivo en el mundo era trabajar y estudiar, tener un hogar y ser alguien en la vida, me casé, tuve una hermosa hija, que me regaló el creador, y a la cual le daré gracias por tantas bendiciones que me ha traído. Habiendo logrado algunos objetivos, sabía que en mí faltaba algo muy importante, poner mi vida al servicio de la naturaleza.

Mi hija Alejandra y yo hemos sido muy buenas amigas, compartimos muchos de nuestros gustos, el amor, el respeto y el cuidado por los seres de la naturaleza, nos desequilibra ver las noticias sobre injusticias, atropellos en contra del planeta y sus seres vivos. Sin embargo sólo veíamos noticieros pero aún no actuábamos en concreto, hacíamos cosas individuales mínimas como sembrar un árbol, recoger un perrito desamparado y adoptarlo (protegimos 4), y decirle a cada cual no haga eso, no dañe, no vote, no hiera; en fin intentar crear conciencia. Hemos visitado algunos sitios ecológicos, en Colombia, Costa Rica, Estados Unidos, México y otros, siempre disfrutando de nuestros viajes porque son ecológicos, ver la diversidad de la naturaleza en cada territorio es muy enriquecedor.

Cuando tengo oportunidad le digo: “Hija cuando tú sigas tu rumbo yo quiero cambiar mi vida, quiero dedicarla al servicio de animales y plantas en vía de extinción”. Un gran día Alejandra, estudiante de Ingeniería en la Universidad Javeriana tomó una asignatura que se llama TEOLOGIA y ECOLOGIA; hablando con su director Dr. Germán Mahecha, quien escuchó su interés por la Ecología y la invitó a participar en el seminario ECOTEOLOGÍA, ella a su vez le comentó al Dr. Mahecha mi interés por la Ecología y él muy amablemente nos invitó a participar, desde ese momento vi la oportunidad de realizar uno de mis sueños, lograr el objetivo de crear conciencia para cuidar el planeta.

Suena algo ilógico y loco pero siento un amor incontrolable por la naturaleza, sin ella,  no tendría razón mi ser. Busco viajar frecuentemente al campo para estar en contacto con los animales y las plantas siempre buscando su cuidado, paso gran parte del día anhelando esos hermosos paisajes, escasos en la ciudad.

Recuerdo de pequeña oír llover casi una noche entera, recuerdo el sonido proveniente del techo de la casa de mis abuelos que me arrullaba ¡un sonido tan reconfortante! ,  recuerdo el aire de la mañana siguiente, de alguna manera más puro y transparente; y cómo los colores, todos los colores, verde, naranja y hasta el amarillo, de los rayos del sol, eran tan intensos que brillaban como escarcha y que se reflejaban en cada hoja. Todos conspiraban para hacer su mejor trabajo y ofrecer un espectáculo digno de nuestro creador. ¡Qué maravillas, que aún alcanzo a ver en algunos momentos de mi vida!

Me gusta la naturaleza porque en ella encuentro paz, inspiración y hasta amor, sí, amor porque he visto que ella lo da todo a todos sin excepción, sin escatimar… Y nosotros que no agradecemos, pero ella siempre nos sonríe con la media luna sobre el cielo.  Y ¿qué me dicen del viento? Ese que silva en nuestro oídos, llevando los cánticos que engalanan los pajaritos, las cigarras, el viento que sopla sobre la cima de una montaña creando ondas con la hierba, con las ramas de los árboles, como si fuera agua, y el sonido que se pierde mientras pasa el tiempo.

Por esto y mucho más estoy aquí, porque AMO LA GRANDEZA DE DIOS, AMO LA NATURALEZA.   AMEN.



Ana  María  Wiesner:
Arquitecta

RECORRIDO


Recorriendo mi camino bajo las enseñanzas  de la espiritualidad Budista,  desde hace 16 años, he tenido la oportunidad de ir encontrando los espacios para adentrarme en los temas que más me han atraído durante mi vida.

Uno de ellos es el amor a la naturaleza,  su conocimiento y protección.

El arte y la pintura, presentes en mi hogar desde la infancia, han sido para mí un medio de expresión de esa admiración.

Además, el Budismo me ha guiado para vivir consecuente con mis principios y dar un sentido a mi vida,  como son el amor y el cuidado por  todos los seres y la naturaleza.

Hace unos años fui invitada como practicante budista a participar en la Mesa Ecoteológica de Bogotá.  Fue una experiencia enriquecedora y muy interesante, en la cual nos encontramos representantes de diferentes espiritualidades, en torno al tema del cuidado del planeta y sus habitantes.

Compartimos conocimiento y experiencias, llegando a la valiosa conclusión que el amor y el concepto sagrado de la naturaleza son universales y están en todas las espiritualidades de todos los pueblos.

En ese momento me enteré del seminario “Teología en Diálogo con la Educación Ambiental“ que se desarrolla en la Facultad de Teología, en el que participaban ya algunos y viendo que en este espacio se fusionaban temas de mi interés, decidí participar.

Aquí tuve la fortuna de encontrar un grupo de participantes de diferentes disciplinas  con los mismos intereses y sueños por contribuir a un mejor mañana para el planeta y todos sus seres.

Desde diferentes visiones hemos leído, investigado, discutido y hecho propuestas en el tema. Trabajamos con mucho entusiasmo en un tema de gran importancia en estos tiempos, en que el planeta y la naturaleza nos hacen un llamado de auxilio. El estudio de la Encíclica Papal, Laudato Si,  ha sido muy importante y de gran apoyo a nuestro sueño.

Como grupo queremos seguir trabajando para ampliar nuestros conocimientos en el tema de la ecología y las espiritualidades, para también transmitirlos a diferentes comunidades.

Es un proyecto de vida, compartido con amigos y compañeros, con quienes hemos creado lazos académicos y de amistad.
 


Martha  Cecilia  Pinzón J:  
Arquitecta de profesión
Ambientalista por decisión


REFLEXIÓN COMO PARTICIPANTE DEL SEMINARIO


No tengo un recuerdo preciso de cuando me empecé a interesar en los temas “ambientales”, tal vez y sin darme cuenta la primera que hizo alusión al tema fue mi abuelita quien vivía con nosotros desde que me acuerde y decía “es pecado tirar la comida a la basura “ y reutilizaba todo lo que podía en casa; también  mi papa que era muy racional en los gastos y uso de las cosas aplicaba el reutilizar y reciclar.

Ya al acabar el colegio oí por primera vez la palabra Ecología, cuando acabé mi curso de orientación profesional, indagué un poco ya que no existía como carrera profesional, lo más cercano era la Biología, pero no lo sentí como mi proyecto de vida y escogí estudiar Arquitectura.

Sin embargo la inclinación al cuidado y el gusto por lo ambiental  seguía  estando en mi alma, y así cuando tenía oportunidad me inclinaba por saber de paisajismo como una extensión de la arquitectura y la vegetación, y más adelante cuando estaba más consciente de que la construcción de edificaciones es un gran generador de problemas ambientales hice un posgrado en certificación LEED  para conocer herramientas que nos lleven a un mejor desempeño respetando pautas que hacen mejor ambientalmente el desarrollo de la arquitectura.

Por todo esto, cuando fui invitada  al seminario Teología en dialogo con la  Educación ambiental, me brincó el corazón de emoción y algo de angustia. Emoción porque era un nicho que estaba esperando para poder contribuir y aprender como persona interesada en mi crecimiento interior y espiritualidad a partir del componente ecológico, en busca de la felicidad. Angustia porque no conocía muchas de las temáticas que abordaban quienes por su experiencia profesional me antecedían y llevaban varios años desarrollando la relación entre la Teología y la Ecología.

Los textos leídos, junto a las diversas reflexiones surgidas desde disciplinas diferentes a la mía o sencillamente por las experiencias que la vida y este grupo de estudio me  han dado, unidos a una mirada realista de los acontecimientos relacionados con mi profesión, han hecho que más de una vez me haya sentido desmoralizada cuando veo cómo arrasamos la naturaleza con total  despreocupación por lo que tomamos de ella para nuestros fines. Sentí el compromiso de  aportar algo, pues si el mundo es el regalo de Dios para nosotros y la creación nos debe proveer felicidad, entonces debemos trabajar para  que tengamos un mejor mundo para nosotros y los que vienen y qué mejor que por medio de la Educación Ambiental.

Es así que a través del tiempo en que he participado de este Seminario he aprendido con los textos de Leonardo Boff sobre la Teología de la Liberación, he conocido a los pioneros y pioneras de la Ecoteología valorando los aportes que fueron haciendo a lo largo de los años, por lo cual elaboramos una línea del tiempo para apreciar la evolución de esta disciplina; así mismo la lectura e  interpretación del libro  “Orar con los elementos” nos proporcionó herramientas para valorar los aportes de las ecofemisnistas; también fueron  muy enriquecedoras  las reflexiones realizadas a partir de videos ambientales claros, didácticos y pedagógicos. En fin, este Seminario de formación fue construyéndose con aportes muy variados  donde todos aportamos y  nos enriquecemos; por lo cual ahora queremos salir al mundo a compartirlo.



Emilia Cabane:

REFLEXIÓN ECOTEOLÓGICA


Creo que han pasado cuatro años desde que me integré al grupo de Ecoteología, primero fue por curiosidad y hoy puedo decir que ha sido un enriquecimiento constante, un cuestionamiento permanente y un muy agradable compartir con mis compañeros. Al tratar de escoger una imagen para ilustrar el aporte que he recibido y mi sentir pienso en un camaleón, hermoso, complejo, cambiante y de actitudes mesuradas. 

Hay un enfoque fundamental que ha permanecido en mi percepción como bióloga. Las primeras nociones de diseño, orden, funcionamiento, equilibrio, belleza son adquiridas con una simple mirada y con una reflexión ante cualquier ser viviente, paisaje o estructura mineral de nuestro planeta. Siempre he pensado que el arte y la ciencia tienen el deber de despertar, desde una tierna edad, la curiosidad, el asombro y el respeto por cada representante de la naturaleza que habita esta Tierra con nosotros. Ese mayor acercamiento y conocimiento de la naturaleza pueden crear un vínculo fundamental con la Ecoteología.

Sin embargo, ese enfoque biológico se amplió enormemente al haber podido conocer los trabajos y aportes de muchos intelectuales, hombres y mujeres estudiosos de temas teológicos que han conllevado a reflexiones socioambientales, cambio de políticas y toma de medidas económicas durante este siglo XX.  Ahora, el propósito como bióloga y Ecoteóloga  no es sólo cuidar la naturaleza, sino fortalecer todas las instituciones que con un sentimiento de amor y compasión cristianos favorezcan un equilibrio entre la noción de progreso y una calidad de vida digna de las poblaciones humanas desfavorecidas.

La ética y el avance de la ciencia también han sido temas recurrentes de estudio en nuestros encuentros y cuyas profundas implicaciones  no pueden dejarse de lado. En nuestro análisis de la Encíclica de Francisco he descubierto que se le da a la ciencia funciones que no tiene. Se plantea la idea de una ciencia que debe resolver todos nuestros problemas y donde la conciencia y responsabilidad cristianas no tienen cabida. Una lógica pragmática en donde lo que se busca es el éxito en la acción y en la resolución de problemas.  Se han cerrado filas y se han evitado las críticas internas dentro de las instituciones científicas. Se equipara al científico o a la función del científico con un espejo que tiene que reflejar la realidad de manera aséptica, y donde la reflexión ética aparece como invasiva porque la función del científico no es preguntarse si está bien o está mal lo que hace, la función del científico es reflejar la realidad. Este fenómeno se agrava por el poder económico que detentan las grandes corporaciones y con el cual someten Estados débiles. El llamado a repensar nuestro estilo de vida y nuestros compromisos para forjar unos ciudadanos sensibles y dinámicos que cuiden esta única y bellísima “Casa”.



Luz Stella  Millán:

CONVICCIÓN  ECOTEOLÓGICA

La visión crítica del medio ambiente y la toma de conciencia del hombre frente a la responsabilidad ecológica que pueda tener, son en la época actual temáticas que me parece tocan profundamente la ética personal y social. En torno a ello surge el diálogo entre Teología y Ecología, que se concreta en este Grupo de Reflexión, y proporciona espacio abierto para educarse y educar sobre las acciones del ser humano que permitan aportar a la solución de la crisis, a la conservación de la Creación, vista como máxima obra del amor de Dios.

La reflexión del Grupo permite que se aborden los temas Ecológicos con la mirada propia de cada creencia, de cada disciplina, pero desde la vivencia de cada uno de los participantes; y bajo esta lupa he puesto mi mirada. La interacción grupal me ha permitido descubrir las dimensiones fáctica y espiritual en las cuales se mueve la Ecoteología, a partir de la cual aborda la Educación Ambiental.

Así realizo, desde la academia, esfuerzos para alcanzar objetivos de vida que equilibren el entendimiento filosófico y el activismo ecológico que me permitan definirme como Ecoteóloga ya que a raíz de mi participación en este Grupo he podido enriquecer los conceptos ecológicos, los fundamentos teológicos, y contribuir en las acciones que, como amante de la ecología, me competen desde el quehacer diario, con el fin de restablecer la relación NATURALEZA – HOMBRE – DIOS, única posibilidad de lograr una convivencia armónica sobre el planeta.



Gregory  Kennedy  SJ:

CÓMO LLEGUÉ A ECOTEOLOGÍA...

Siendo todavía niño aprendí que había una relación estrecha entre justicia, hábitos y hábitat.  Detrás de la casa familiar se ubicaba un hueco gigantesco, resultado del socavar piedra caliza a lo largo de muchos años.  La empresa, que poseía el abismo, quería convertir su vacío en plata y armó una propuesta para crear un vertedero donde se enterraran basuras.  Sería el basurero más grande de Canadá, el destino terminal del descarte de Toronto, la metrópolis que quedaba a unos 90 kilómetros de mi hogar medio-rural.

A mis vecinos no les gustaba la idea para nada.  Puesto que nuestra agua provenía de pozos, que se contaminarían fácilmente por los químicos que saldrían subterráneamente del montón de residuos, el vecindario se juntó para oponerse a lo que nos parecía una locura patente.  Se escribían cartas a los periódicos, se enviaban delegaciones a los políticos, se recogía dinero para pagar a los abogados contratados para protegernos.

Mi primera intuición de que el asunto era más complejo de lo que parecía, me llegó durante uno de nuestros actos para recaudar fondos.  Se trató de una cena con espaguetis, cuyo costo era 5 dólares por plato.  Con 13 años yo me ofrecí para servir como mesero.  Tanta gente vino que se acabó la comida. Nos felicitamos por el éxito.  Pero al final de la noche, cuando ya habíamos limpiado y ordenado todo, sacamos docenas de grandes bolsas negras llenas de platos, cubiertos y vasos desechables.  Al parecer, eso no le inquietó a nadie salvo de mí.

Gracias a los esfuerzos comunitarios, logramos  vencer al proyecto. Como se puede imaginar, la euforia nos invadió, ya que nuestra pequeña comunidad era como el jovencito David ante una empresa como Goliat, fortalecida por un ejército legal y administrativo. 

Recuerdo bien la primera semana después de nuestra victoria inesperada.  Caminando hacia el colegio, pasé junto a los pequeños cerros de basura que se sacaban de las casas todos los lunes.  Pero esta vez a lo que se botaba normalmente, se sumaron todas las cosas de nuestra compaña: fichas, panfletos, señales etc.

Al verlo, me llenó una tristeza rabiosa.  ¿Cómo podíamos luchar tanto para que no nos llegara la basura de Toronto y al mismo tiempo no pensar dos veces en mandar la nuestra a alguna otra comunidad?  Habíamos protegido nuestro propio hogar pero aparentemente no nos importaba un bledo que nuestra suciedad fuera a contaminar un hogar ajeno.


Desde aquella mañana me he esforzado para evitar producir basura y ser coherente con lo que digo y con lo que hago.  Ahora veo con más claridad cómo la Ecología se vincula con la justicia, y que las dos tienen harto que ver con la esencia del catolicismo.   No puedo separar mi fe ni de mis acciones ni de mi sitio terrenal.  Para mí, la Ecoteología es nada más ni nada menos que la teología tal cual, o sea, el intento de entender un poquito más de Dios.  Si Dios no está en el conjunto de ecosistemas, muchos ya crucificados mortalmente, que constituye el mundo, no tengo ni idea dónde debo buscarlo.  




Germán  Mahecha:

¿POR QUÉ SOY ECOTEÓLOGO?

A manera de una autobiografía

Héctor Ochoa Cárdenas, es un compositor y músico colombiano que al momento de escribir estas líneas cuenta con 81 años cumplidos. Dentro de su gran repertorio, sobresale la obra que fuera declarada en 1999 por la Academia Musical Colombiana ACAMUCOL– como la Canción Colombiana del Siglo XX: El camino de la vida, la cual en la segunda estrofa dice:

Después llegan los años juveniles,
los juegos, los amigos, el colegio.
El alma ya define sus perfiles
y empieza el corazón de pronto a cultivar un sueño.

Pienso que luego de haberla cantado tantas veces y comprobar innumerables coincidencias con mi vida pasada y casi como anuncio profético de lo que vendrá en el futuro, pienso que esta estrofa podría definir muy bien el por qué soy Ecoteólogo.

Después llegan los años juveniles

Recuerdo esta etapa de mi vida, porque fue el momento cuando comenzó mi vida como Scout. Fue la oportunidad que tuve para entrar en contacto con la naturaleza y comenzar a experimentar a Dios en ella. De hecho, el sexto punto de la Ley Scout dice: “El Scout ve en la naturaleza la obra de Dios, protege los animales y plantas”.

Los juegos, los amigos, el colegio

Estos empezaron a presentarse precisamente como la oportunidad de ejercer un liderazgo para hacer parte del equipo de animación pastoral en un primer momento para el Colegio Salesiano León XIII en Bogotá y luego para la provincia, lugar desde el cual se pudo irradiar el espíritu scout, que no es otra cosa que una ecología aplicada. La prueba de que lo que mucho tiempo después conocería como el testimonio de la Primera Comunidad Cristiana –Hch 2, 42-47–.

El alma ya define sus perfiles

Fue allí donde me nace la inquietud por querer estudiar algo relacionado con la naturaleza… y en ese momento, cuando la Ecología no era carrera, sino una disciplina especializada de la Biología, no hubo otra alternativa que incursionar en ella. Pero no de cualquier manera, sino aprovechando el liderazgo mostrado durante la juventud. Por tanto comencé la Licenciatura en Biología, con lo que se inició el largo camino de ser educador…

Y empieza el corazón de pronto a cultivar un sueño


Es la etapa en la cual entre la inquietud por cuidar el páramo y enseñar a los demás a hacerlo, realizo estudios que me llevarán a un trabajo interdisciplinario –ciencias, pedagogía y teología–, lo cual ha permitido desde mediados de 2011 realizar una reflexión entre la Teología y la Educación Ambiental, título del seminario del que hago parte y en donde he podido compartir ideas y una grata amistad.



María Jesús Sánchez de Ávila:

LAS HISTORIAS DE LA ABUELA JUANITA Y MI  PENSAMIENTO ECOTEOLÓGICO

De la lucecita de vela al bombillo ahorrador

Cada día creo más firmemente que la Vida (con mayúscula) es muy sabia y hace cosas magníficas en la vida de las personas, a veces sin apenas  darnos cuenta. Así, lo que en algún momento no nos gustaba   o   no   hubiéramos   hecho   de   ninguna   manera,   acabamos   haciéndolo    con   gusto   y entusiasmo sin que nadie nos obligue. 

Cuando  era  pequeña,  joven  y  no  tan  joven  oí  una  y  mil  veces  decir  a  mi madre: “¡Cuánto  daría porque  los  jóvenes  vivierais  una  semana  de  la guerra  y  la  postguerra  para  que  aprendierais  a  no derrochar!”. Cosa que me molestaba porque en el fondo yo creía que mi madre era un poco tacaña,  consecuencia  -en  parte-  de  las  penurias  económicas  que  pasó  durante  la  guerra  civil  y  la posguerra  españolas.  Épocas  en  las  que  la  escasez  y  las  necesidades  de  todo  tipo  dejaron  una huella  profunda  en  su  personalidad;  porque    aunque  llegaron    tiempos  de  abundancia,  casada  y con hijos y nietos, una y otra vez recordaba los días en que hubo que sacar del arca de la abuela la ropa  antigua  para  transformarla  en  abrigos;  recordaba  los  antojos  en  el  embarazo  -nunca satisfechos por falta de dinero-, de naranjas o de patatas, las cenas de invierno en la cama porque no había cómo encender la calefacción o las películas en el cine de sesión continua donde sí había calefacción. 

Una y mil veces nos contaba a sus hijos  -y luego a sus nietos- sus pequeñas heroicidades caseras; pero con una sola conclusión: Había que ahorrar, ahorrar y ahorrar.

¡Muy bonitas las historias que contaba mi mamá! pero yo, de niña,  cada vez que tenía que ir de mi habitación al cuarto de estar -en medio de la oscuridad de la noche apenas mitigada por la tenue lucecilla en  forma  de  vela que   alumbraba  a  la  imagen  de  la  Virgen  del  Carmen-,  me  moría  del susto y de la rabia pues no entendía el por qué de tanto  ahorro. La guerra y  la posguerra habían pasado  hacía  mucho  tiempo  y,  gracias  a  Dios,  ya  podíamos  comer  patatas  y   naranjas  hasta hartarnos,  había  calefacción  en  la  casa  y  en  el  Corte  Inglés  nos  podíamos  comprar  la  ropa  más bonita del mundo.

Pero  con  el  paso  de  los  años  dejé  de  ser la  niña  que corría  por  el  pasillo  a  oscuras,  y  ya  casada y muy lejos del control materno decidí que en mi casa alumbrarían bombillos de 100 vatios porque -entre otras cosas- la luz en Colombia era mucho más barata que en España y así mis  hijos nunca tendrían miedo por la oscuridad. Pero la Vida, que como dije es muy sabia, siguió su curso lento y pausado, y a la joven madre derrochadora de los bombillos de 100 vatios le llegó “el apagón de la era  Gaviria” ¿Lo  recuerdan?  Seguro  que  lo  recuerdan,  y  más  ahora  que  nos  están  amenazando con otro apagón.

La crisis energética que provocó el fenómeno del Niño en 1992, hizo que durante casi un año viviéramos  con   racionamientos  de  luz,  campañas  para  ahorrar  agua,  cambio  en  el horario  nacional para  aprovechar  la  luz  solar,  etc,  etc  (Es  curioso  que  24  años  después  estamos ad  portas  de  una situación similar).

Durante esos largos meses de oscuridad, a la luz de las velas  nos divertimos escuchando La Luciérnaga,   contando   historias  de  miedo,     jugando   al  monopolio,    cantando   canciones  infantiles, leyendo cuentos de  y, ¡cómo no!,   volvimos a recordar las viejas historias de la abuela Juanita. 

Alguna  de  esas  noches,  mirando  al  pasado  tras  el  eco  de  los  conocidos  sermones  familiares  y confrontándolo con el presente nació una nueva valoración de la realidad. ¿El asunto es que uno tenga o no tenga la capacidad económica para pagar el recibo de la luz, darse gusto en la comida, pagar el último modelo de alta costura  o se trata de otro asunto? Ahora resultó que la abuela no había  sido    una  tacaña  sino  una  preclara  precursora  de  las  tres  erres:  Racionalizar, Reutilizar  y Reciclar.  

Lecturas, noticias, experiencias, personas que fueron pasando por mi vida de  joven madre -cada día menos joven- me hicieron comprender lentamente, pero con mayor claridad, el otro dicho de la  abuela “Dios escribe  derecho  con  renglones  torcidos”.  Porque  hay  que  ver  ¡lo  torcidos  que estaban!  Quién  iba  a  decir  que    me  iba  a  volver    un  adalid  del  otrora temido  y  despreciado ahorro,  ahora  rebautizado  con  el  término “consumidora  responsable”:  comprar  bombillos led, golpear la puerta del baño para que los hijos no durmieran bajo la ducha, emprender campañas en la  vecindad  para  la  separación  de  basuras,  comprar  productos  locales,  revisar  los  procesos  de producción antes de comprar algo, llevar mis propias bolsas al mercado, etc. En fin, la Vida se fue encargando de provocar un cambio en mis actitudes y comportamientos de consumidor. 

Con   el   tiempo,   ciertos   enunciados   pasaron   del   ser   aceptados   teóricamente   a   ser vividos conscientemente.    De  tal  manera  que    eso  de    de  que “la  comprensión  implica  un  cambio  en  el comportamiento”,  “el  comprender  nos  transforma”, “Dios  actúa  a  través  de  la  historia  y  de  las personas”,  “tenemos  una  responsabilidad  infinita  con  la  creación”,  etc,  etc,  se  fueron  o  se  van convirtiendo  en  hábitos  de  vida  en  los  que  se  evidencia    que  la  vida  de fe  en  las  nuevas generaciones de esta familia se está manifestando en comportamientos concretos que -heredados de  la  abuela  pero  transformados  acorde  a  las  circunstancias-  están  iluminados  por  una  nueva manera  de  sentir  la  realidad.  Así,  actualmente,  para  la  hija  y  los  nietos  de  Juanita -que  no  se pueden  dormir  bajo la  ducha- la  fe y  la  vida  tratan  de  relacionarse  coherentemente   intentando hacer uno  el creer, sentir, valorar y  actuar.  


Esta  ha  sido  mi  pequeña metanoia   ecológica.  Para  nosotros,  hoy  en  día,  respetar,  cuidar  y proteger   la  Creación -desde  la  perspectiva  de  consumidores  responsables-  es  una  manera  de expresar en hechos concretos la creencia en un Dios Creador, Padre  Amoroso y Misericordioso. 



Nohora Inés Pedraza Niño:

¿POR QUÉ LA ECOTEOLOGÍA EN MI VIDA, EN MI HACER VOCACIONAL? 



Inicio la reflexión desde la Educación Ambiental pues ésta ha sido mi formación y mi vocación-profesión durante muchos años y la acerco a la Teología, porque también, durante muchos años me he preguntado por qué nuestra religiosidad estaba relacionada “con muchas de nuestras acciones no ambientales” tan aceptadas culturalmente. 

Otra pregunta que frecuentemente relaciono con lo anterior es por qué no cuidamos nuestro entorno, nuestro planeta, la vida en todas sus dimensiones. De ahí que siempre me ha llamado la atención el mito de Higinio, recuerdo de mis clases de historia en el colegio.

Cierto día, Cuidado tomó un pedazo de barro y lo moldeó con la forma del ser humano. Apareció Júpiter y le insufló espíritu. Cuidado quiso darle un nombre, pero Júpiter no dejó y comenzó una discusión entre ambos. En ésas, apareció la Tierra, alegando que el barro era parte de su cuerpo, y que tenía derecho de escoger el nombre. Siguió la discusión y llamaron a Saturno que dio la siguiente sentencia, considerada justa: «Tú, Júpiter, que le diste el espíritu, recibirás su espíritu, cuando muera. Tú, Tierra, que le has dado el cuerpo, recibirás su cuerpo cuando muera. Y tú, Cuidado, que fuiste el que moldeó la criatura, la acompañarás todo el tiempo que viva. Y como no ha habido acuerdo sobre el nombre, decido yo: se llamará «hombre», que viene de «humus», que significa tierra fértil.
Mito del Cuidado (Higinio)

Me encantaban los Mitos de la clase de historia; éste que tanto me gustó, ahora   lo relaciono con la creación y la misión que según el Génesis tiene el ser humano: “Cuidar”.

Con estas inquietudes apareció en mi camino el Grupo de Ecoteología de la Universidad Javeriana para acercarme cada día más a las enseñanzas de la Teología cristiana donde he ido descubriendo con asombro la belleza de todo el legado ambiental que se encuentra en la Palabra de Dios, en nuestro libro sagrado; me falta descubrir mucho más, soy una novata a pesar de llevar varios años en el grupo, porque en cada diálogo del grupo conozco algo nuevo y me doy cuenta que me falta profundizar más.  Sin embargo, lo descubierto me acerca al diálogo con la Teología para aprehender, con h, agarrar, el cuidado del planeta. Pero de igual manera, he ido fortaleciendo mi conocimiento sobre Doctrina Social de la Iglesia, un tema desconocido para la mayoría de las personas creyentes, y que nos lleva realmente a conocer cuál es la misión y el compromiso evangélico de cada uno de nosotros.

Al preguntarme desde una perspectiva religiosa, creyente, sobre la razón de ser de algunas de nuestras acciones ambientales,  encontré que el desarrollo de las ciencias duras, de las ciencias naturales, nos alejó de la capacidad de recrearnos, asombrarnos, del ver más allá de lo aparente; de ver la esencia del planeta como organismo vivo; de reconocer su capacidad de resguardarnos y de darnos las condiciones para vivir; se nos olvidó agradecerle - agradecerle en oración- todo lo que nos ofrece.

El Salmo 104 (103) que nos muestra poéticamente la belleza de la Creación en íntima relación con su Creador, podríamos relacionarlo con el concepto de sistema y de complexus -lo que está tejido en red-, un concepto clave para la Educación Ambiental; por lo que podríamos afirmar que desde la antigüedad los hebreos reconocían el valor de religar, de establecer las íntimas relaciones de todo con todo, de la Vida con el Todo:
(…)Dios mío que grande eres (…)
(…) de los manantiales sacas los ríos, que corren por las montañas.
 De esa agua beben los animales salvajes;  A la orilla de los ríos anidan las aves del cielo; ¡allí cantan, entre las ramas de los árboles!
Tú eres quien riega los montes y la tierra se sacia de tu acción fecunda;(…)
Se llenan de savia los árboles del Señor, en ellos anidan las aves pequeñas y grandes.
¡Cuántas cosas has hecho, Señor! Todas las hiciste con sabiduría;
¡La tierra está llena de tus criaturas!  (…)
¡El Señor se alegra en su creación! (…)

La lectura de este salmo me lleva a plantear la necesidad del cuidado y el agradecimiento. En estos días del fenómeno del Niño (un fenómeno natural) pero que unido al cambio climático acrecienta las consecuencias. Veo montañas secas y sin árboles, regiones sin agua, plantas secas o que no florecen y no pueden ofrecernos alimento, no solo a nosotros, sino a las aves, a los insectos y a todas las criaturas de la creación. ¿Y me pregunto dónde están nuestras acciones? En este Año de la Misericordia, proclamado por el Papa Francisco, que define la Misericordia como: "La ley fundamental que habita en el corazón de cada persona cuando mira con ojos sinceros el hermano que encuentra en el camino de la vida" me sigo preguntando: ¿Quiénes son nuestros hermanos? ¿Extendemos este valor de hermano a todo lo que nos rodea? Tenemos que preguntarnos si nos estamos relacionando con todo y con todos de la manera como lo hizo San Francisco que dijo: “Hermano Sol, Hermana Luna, Hermano Lobo”; porque al nombrar cualquier realidad con el término Hermano, se nos está invitando a “amar y cuidar”, que es la mejor de las maneras de relacionarse con todo aquello que nos hermana.

De esta manera, pienso que el cuidado como proceso formativo viene de la cultura y de la sociedad y que me lleva desde la Educación Ambiental a aproximarlo a mi cotidianidad cuando observo la creación, veo mi vida, mi entorno, mi vocación-profesión, convivo en mi familia, en mi grupo de trabajo, en mi grupo de Ecoteología. Y me acerca a entender la importancia de la afectividad, en todos los ámbitos de la vida, para el cuidado de sí mismo, de los demás seres humanos, de la vida en toda su creación, y del planeta. Como nos lo recuerda el papa Francisco en Laudato Si (LS 77), sobre el amor de Dios a la creación: El amor de Dios es el móvil fundamental de todo lo creado: «Amas a todos los seres y no aborreces nada de lo que hi­ciste, porque, si algo odiaras, no lo habrías crea­do» (Sb 11,24).


Cada día, la reflexión Ecoteológica me abre caminos, cuando tenemos nuestros encuentros de grupo, la socialización de textos escogidos para releernos y reencontrarnos con nosotros mismos, en el debate y el diálogo para recapitular ideas, mediar y aprender en grupo y religarnos con la vida, con el planeta, con el universo. Ha sido y sigue siendo mi aprendizaje.