viernes, abril 08, 2011

CAMINO A LA PASCUA

PARA VIVIR COMO RESUCITADOS (*)

Por: D.P. Alirio Cáceres Aguirre

Tomado de http://carlosaedo.wordpress.com/2009/04/


Ser discípulos misioneros de Jesucristo para que en El, nuestros pueblos tengan vida es uno de los rasgos característicos de quien asume plenamente su compromiso cristiano en el seno de la Iglesia Católica.

La “vida” se convierte así, en el núcleo y horizonte del quehacer cristiano en el mundo de hoy. Pero, ¿qué tipo de vida? La comunidad del evangelista Juan lo deja muy claro: no se trata simplemente de un acto de supervivencia sino de una vida plena, desbordante, perdurable que va más allá de la necesidad. Por eso Jesús, se presenta como el Buen Pastor, que  a diferencia de los ladrones, afirma: “Yo he venido para que tengan vida, y la tengan en abundancia” (Jn 10,10) y lo  ratifica donando su propia existencia.

De ahí que, al celebrar la vida, pasión, muerte y resurrección de Nuestro Señor, no podamos ser indiferentes ante la cruda realidad de muerte prematura que enluta la cotidianidad. La expresión “muerte prematura”, remite a la gran sensibilidad de los primeros evangelizadores del Continente, quienes contrastaban que las condiciones infrahumanas de los nativos y africanos no iban de la mano con el Plan de Salvación revelado por Dios. En tal sentido, morir prematuramente era consecuencia de las estructuras de injusticia, codicia y egoísmo que impedían disfrutar de la vida abundante ofrecida por Jesús.

Pero, ¿Qué es lo que está ocasionando “muerte prematura” en nuestra época? Las noticias nos hablan de la cruenta lucha entre bandas criminales, grupos armados fuera de la ley, pugna por territorios y apropiación de los bienes de la naturaleza, maltrato infantil, discriminación por sexo, credo, ideología, raza; abortos, eutanasias, en fin, múltiples comportamientos humanos en una franca oposición al querer del Dios de la Vida (Jn 14,6; Jn 6, 35; Dt 30, 16).

Tomado de http://misgraficascristianas.blogspot.com/2009/04/tag-dios-de-la-creacion.html

Sin embargo,  hay una situación “nueva” dentro del contexto de la historia de nuestra civilización que está interpelando nuestra fe. Se trata de la llamada “crisis ecológica” que se evidencia en el cambio climático, el daño en la capa de ozono,  la destrucción de la biodiversidad, la contaminación de agua, aire, suelo. Es un auténtico “signo de los tiempos” que desde los años sesenta del siglo pasado, ha venido configurando una nueva conciencia planetaria y un cambio de paradigma respecto al papel del ser humano en el universo.

Para las comunidades católicas, poco a poco, va quedando en claro que defender la vida es una de sus tareas prioritarias. Por esta razón, se ha venido estableciendo un diálogo entre la Doctrina Social de la Iglesia, enfoques filosóficos como por ejemplo, la Bioética, o aportes teológicos contextuales, como el de la Ecoteología, que convergen en la responsabilidad humana en el cuidado de la vida y la recuperación del sentido sagrado de la naturaleza.

Dentro de las claridades que se han ido logrando, está la certeza de fe que lleva a considerar la naturaleza como Creación de Dios, no un mero recurso natural para ser explotado ni objeto para ser despedazado con el pretexto del avance del conocimiento. Asumir lo que existe como “Creación” lleva a restaurar la relación con el Creador y por tanto, a optar por su proyecto de redención. Un buen ejemplo de esta lucidez teológica lo encontramos en los mensajes para la Jornada Mundial por la Paz de 1990, “Paz con Dios Creador, Paz con toda la Creación” de S.S. Juan Pablo II y de 2010, “Si quieres la paz, cuida la Creación” de S.S. Benedicto XVI. La crisis ecológica, no es sólo un asunto técnico, de especialistas en biología, economía o política, es un asunto ético y moral, profundamente relacionado con los valores y sentidos más hondos del ser humano.

Al recuperar la relación Creación – Creador, las personas nos reconocemos con creaturas,  retornamos a la sabiduría que el Génesis propone en la interacción entre “Adán” (humano) y “Adamah” (tierra). En este contexto, la humildad se convierte en una actitud que nos reconcilia con el “humus” y con el Señor del “humus”, de los mares, los cielos y las montañas (cf. Dt 10, 14; Sal 148)

Ya no se comprende al ser humano aislado del mundo sino que se gesta una antropología que reconoce la interdependencia con los ecosistemas, la flora, la fauna, es decir, con todo lo creado por la acción amorosa de Dios. Lo que sucede al Planeta Tierra afecta profundamente a la humanidad y difícilmente se puede visualizar un futuro para el Planeta al margen de lo que acontezca con los seres humanos. Lo que existe, co-existe y por eso, los discípulos misioneros del Evangelio debemos proteger la vida en su integridad, aprendiendo a comprenderla en su complejidad y dinamismo, y descubriendo en ella, la huella sacramental del Creador.

Así, “lo ecológico” no es sólo una cuestión asumida por moda o de manera superficial. Tampoco es un dilema irreconciliable entre el bienestar de los seres  humanos o la conservación de la naturaleza. Se trata de un asunto muy profundo, que estremece las bases de la cultura y apuesta por una Civilización del Amor en la que la vida sea abundante para todos y para todo.

Es, en este marco, que debe comprenderse el lineamiento de la Conferencia de Aparecida cuando propone la búsqueda de un “desarrollo  alternativo, integral y solidario” (DA 474). Es decir, superar la idea obsoleta que el crecimiento económico es única garantía de desarrollo para repensar los procesos vitales en la lógica de la sustentabilidad, evitando el consumismo, aprendiendo de la austeridad, procurando vivir “mejor” con “menos” y retomar asì,  la búsqueda de un buen vivir (“Sumak Kawsay” es el término que utilizan los pueblos andinos para describir tal alternativa).
Tomado de http://www.minedu.gob.bo/utlsaa2010/desarrollo_sostenible/el_buen_vivir_en%20_ecuador_y_bolivia.html

Pero, comprender esto no es cosa fácil ni de resultados inmediatos. Es un proyecto a largo plazo que urge empezar desde ya. Es un rasgo de la misión cristiana que compromete la totalidad  de la vida. El martirio de Chico Mendes o de la Hna. Dorothy Stang en la amazonía brasileña son un referente, como el profetismo ecológico de Monseñor Barreto, debatiendo las amenazas de la minería en el Perù, o las recientes denuncias de los obispos del Pacífico colombiano respecto al valor del territorio, o las experiencias eclesiales en torno a las cuencas  del Río Columbia y el Río San Francisco, en Estados Unidos y Brasil, respectivamente.

Tomado de http://www.greenpeace.org/usa/en/multimedia/photos/chico-mendes-and-dorothy-stang/

De una u otra manera, entender que la Creación también está crucificada por la maldad, es un paso para procurar su Pascua y lograr que todo tenga a Cristo por cabeza (Ef 1, 10; Col 1, 15-20; Fil 2, 5-11). 

Por tanto, el esfuerzo por cuidar vida en abundancia que El nos ofrece, es un camino válido de santificación porque en  la medida que un(a) discípulo(a) misionero(a) ayuda a restaurar el tejido social, construyendo lazos de comunidad en donde nos  amemos los unos a los otros como Jesucristo nos ama, en armonía con la Creación, podremos nutrir la  propuesta de comunión universal a la cual hemos sido convocados.

Ahora que en el país se debate la conveniencia o inconveniencia de cambiar el agua de los  páramos por el oro que subyace en su subsuelo o que las fuentes hídricas disminuyen  en cantidad y calidad por causa de la desforestación o la contaminación, sería bueno motivar a una reflexión ecoteológica en la Vigilia Pascual, no sólo sobre el bello sentido ritual del agua, sino las profundas implicaciones morales que conlleva su protección desde una perspectiva de fe cristiana.

Esta tarea no se agota en esta Semana Santa, es una misión permanente, para restaurar la comunión, luchando contra las causas de la muerte prematura y procurando que la vida en abundancia resplandezca en cada lugar de la Creación.
Tomado de http://estaesnuestracasa.blogspot.com/2010_05_01_archive.html


 (*) Una síntesis de este texto ha sido publicada por el Periódico "El Catolicismo" Edicion N° 3538 de abril 2011 (Pag 11) http://www.elcatolicismo.com.co/?idcategoria=17412