Carlos González Vallés. Y LA MARIPOSA DIJO…[1]
Por: Luz Stella Millán P.
Carlos González
Vallés, misionero jesuita nacido en Logroño, España, en1925, autor de este
libro, es conocido popularmente como el Padre Vallés. Graduado en matemáticas, además
de viajar en misión a India, por más de 30 años, también fue profesor de
ciencias exactas en la Universidad de San Javier, en Almedabad.
Vivió cerca de
10 años de peregrinaje en barrios humildes de la cosmopolita Almedabad, allí tuvo
la oportunidad de relacionarse con numerosas familias indias, conociendo de
cerca su cultura, y estas experiencias lo llevaron a Incursionar en la
literatura guyaratí[2]
con numerosos libros -más de 70-, obra por la cual ganó la medalla de oro
Ranyitrám, única vez que se ha concedido a un extranjero.
A través de toda
su obra literaria, escrita en los idiomas castellano e inglés, ha promovido el encuentro
entre culturas. Vive en India y realiza continuos viajes especialmente a Europa
y América Latina, esto le permite divulgar el pensamiento de tan diferentes
culturas.
Y la Mariposa
dijo… es una recopilación
de 81 escritos cortos, con alto contenido ecológico. Tiene gran inspiración en sus
vivencias de viajes a Suramérica; en incursiones realizadas a los Andes -Cusco y Machu Pichu-, y al Himalaya; en sus
observaciones de desiertos y mares. La conjunción entre sus sentidos físicos y su
alma, que se plasma en cada uno de los escritos del libro, lo convierten en profunda
reflexión cargada de lecciones zen y en expresión de tradiciones aborígenes, de
ahí que lo ha subtitulado Meditaciones desde la Tierra[3]. Y
lo ha autocalificado como uno de sus libros favoritos.
El libro
coincide con lo expresado por el Papa Francisco cuando afirma que ningún
individuo es una isla, sino que todos estamos interrelacionados, dando lugar a
que todo afecte a todo. En consecuencia, para González Vallés “No hace falta
gritar para ser oído”[4];
por el contrario, si se habla bajito, el mensaje llega lejos.
Considera la práctica de orar con el cuerpo
cuando meditar se convierte en el silencio del alma, y
a ello contribuye el silencio del cuerpo entero, que se hace templo, por eso es
oración; oración que puede darse en cualquier momento, incluso en aquel que
llamamos tiempo perdido, un tiempo que debe ser eso: pausa para dejar pasar, y
que de ninguna manera es malo, coadyuva a alcanzar paz interior, tranquilidad,
quietud… fomenta el pensamiento, la meditación, la creatividad. No debemos ser
esclavos del tiempo, sino dejar que los
momentos de la vida “sucedan”… cada tiempo es lo que es, y es parte de
la vida.
Frente a la
naturaleza, puntualiza la responsabilidad compartida que tenemos, y como su
transformación debe darse desde el amor y no desde el egoísmo de la ganancia.
Concluye que para él, sólo es Ecologista el que ha dejado de hacerse daño a sí
mismo; que el ecologismo es caridad porque piensa en los demás, en el futuro,
en beneficios ajenos, se sacrifica por resultados que nunca verá. Concuerda con que “lo importante no es
llegar, es caminar”[5].
Y, como en oriente, hay que disfrutar el camino a través de la contemplación de
la naturaleza.
En resumen, este
texto es una meditación acerca de la naturaleza, producida desde la teología
del Padre Vallés, e influenciada por las formas de pensar de oriente y de
occidente. Su narrativa tiene un carácter descriptivo, abundante en citas,
textos bíblicos y cristianos, parábolas, versos, y haikus[6], que
él adorna con exquisitas formas literarias, haciendo de temas densos lecturas
livianas.
Como característica,
en sus escritos subyacen las vertientes espiritual y ecológica; las culturas de
oriente y occidente; las experiencias de profesor y misionero. A la hora de
dimensionar su pensamiento expresa que “con mi herencia española, mi
identificación con la India, y mi enamoramiento de Latinoamérica recibo
humildemente en mi alma la bendición que en el Oriente llamamos vivir
tres vidas en una".
[2] Lengua de Mahatma
Gandhi, una de las 17 oficiales de la India, propia de la provincia de Guyarat
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