Antony de
Mello. LA ORACIÓN DE LA RANA[1]
Por: Martha
Cecilia Pinzón
Este libro me dio conocimiento, luz y
alegría empezando por su autor un personaje carismático y que sentí cercano. El
sacerdote jesuita Anthony de Mello nació en 1931 a las afueras de Bombay, en
India, en una colonia portuguesa y
aunque de familia católica y teniendo
mucha vocación, en sus inicios tuvo dificultades para cumplir su anhelo de ser
sacerdote. En su formación viajó a muchos países, empezando por España, lo que
hizo que dominara varios idiomas y conociera muchas culturas. Con su profesión
de sicólogo y filósofo le dieron herramientas para dirigir a jóvenes, sin
restricciones de credo, predicando el amor como eje fundamental.
Sus obras son muy numerosas y traducidas a
varios idiomas, el no se sentía un escritor sino un contador de cuentos. El
humor está presente en sus escritos, lo que los hace aparentemente livianos,
sin embargo son muy profundos cuando los analizamos, y nos llevan a ver, desde
otros grupos humanos, creencias y religiones, mostrándonos que el mundo se
convirtió en una ALDEA GLOBAL, como se afirma en Laudato Si´, “unidos por la misma preocupación” (LS,
7).
En La Oración de la Rana, dice el padre
Tony: La fuente de todo sufrimiento humano es considerar permanente lo que por
esencia es pasajero. La creación es escuela permanente de desprendimiento. La
comunión con la realidad supone la caída de todos los apegos. “Al igual que Dios, la creación es el hogar
del hombre despierto; y al igual que Dios, la creación es inatrapable”[2].
Por ello, el autor sabe que, en ese
hogar que es la creación, todo está a su servicio, pero nada puede ser considerado
propio y permanente.
El libro consta de 276 páginas donde, a través de relatos, el
autor expone sus enseñanzas utilizando el humor, forma de escribir en la que
considera hay menos oposición y rechazo, y puede llevar a más personas las reflexiones
acerca de los 8 temas en que lo subdivide:
· ORACIÓN: orar es estar en comunión y armonía con el universo.
· SENSIBILIDAD: ¿qué es lo que
nos hace reaccionar: la realidad o lo que supones sobre ella?
·
RELIGIÓN: la risa como signo
de libertad.
·
GRACIA: los talentos que
tenemos son suficientes.
· LOS SANTOS: unos han nacido santos, otros alcanzan la santidad, otros la reciben sin buscarla.
·
EL YO: la amorosa aceptación
de uno tal y como es.
·
AMOR: hacia un amor generoso.
·
VERDAD: la vedad no se
encuentra en fórmulas.
La Oración de la Rana coincide, en muchos de sus relatos, con la
mirada de la naturaleza que nos entrega la encíclica Laudato Si´.
Desde su relato EL TEMPLO EN EL BOSQUE aborda la Oración:
“Érase una vez un bosque en
el que los pájaros cantaban de día, y los insectos de noche. Los árboles
crecían, las flores prosperaban, y toda clase de criaturas pululaban
libremente. Todo el que entraba allí se veía llevado a la Soledad, que es el
hogar de Dios, que habita en el silencio y en la belleza de la Naturaleza. Pero
llegó la Edad de la Inconsciencia, justamente cuando los hombres vieron la
posibilidad de construir rascacielos y destruir en un mes ríos, bosques y
montañas. Se levantaron edificios para el culto con la madera del bosque y con
las piedras del subsuelo forestal. Pináculos, agujas y minaretes apuntaban al
cielo, y el aire se llenó del sonido de campanas, de oraciones, cánticos y
exhortaciones... Y Dios se encontró de pronto sin hogar. ¡Dios oculta las cosas
poniéndolas ante nuestros ojos!”[3]
En ¿EL SEÑOR Y TU SON SOCIOS? enaltece
la Gracia:
..... “De manera que la
siguiente vez que el rabino dijo: “¡El Señor y tú sois socios”, Goldberg le
replicó: Tal vez tengas razón. ¡Pero tendrías que haber visto este jardín
cuando era el Señor su único propietario! ”[4]
Y en PLANTAR ÁRBOLES PARA LA POSTERIDAD
hace una completa demostración de Amor:
“Se acercaba la época de las lluvias
monzónicas, y un hombre muy anciano estaba cavando hoyos en su jardín. “¿Qué
haces?”, le preguntó su vecino. “Estoy plantando anacardos”, respondió el
anciano. “¿Esperas llegar a comer anacardos de esos árboles?” “No, no pienso
vivir tanto. Pero otros lo harán. Se me ocurrió el otro día que toda mi vida he
disfrutado comiendo anacardos plantados por otras personas, y ésta es mi manera
de demostrarles mi gratitud” [5]
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