lunes, octubre 01, 2018

RESEÑA

Antony de Mello.                  LA ORACIÓN DE LA RANA[1]

                                            

Por: Martha Cecilia Pinzón

Este libro me dio conocimiento, luz y alegría empezando por su autor un personaje carismático y que sentí cercano. El sacerdote jesuita Anthony de Mello nació en 1931 a las afueras de Bombay, en India, en una colonia portuguesa  y aunque  de familia católica y teniendo mucha vocación, en sus inicios tuvo dificultades para cumplir su anhelo de ser sacerdote. En su formación viajó a muchos países, empezando por España, lo que hizo que dominara varios idiomas y conociera muchas culturas. Con su profesión de sicólogo y filósofo le dieron herramientas para dirigir a jóvenes, sin restricciones de credo, predicando el amor como eje fundamental.

Sus obras son muy numerosas y traducidas a varios idiomas, el no se sentía un escritor sino un contador de cuentos. El humor está presente en sus escritos, lo que los hace aparentemente livianos, sin embargo son muy profundos cuando los analizamos, y nos llevan a ver, desde otros grupos humanos, creencias y religiones, mostrándonos que el mundo se convirtió en una ALDEA GLOBAL, como se afirma en Laudato Si´, “unidos por la misma preocupación” (LS, 7).

En La Oración de la Rana, dice el padre Tony: La fuente de todo sufrimiento humano es considerar permanente lo que por esencia es pasajero. La creación es escuela permanente de desprendimiento. La comunión con la realidad supone la caída de todos los apegos. “Al igual que Dios, la creación es el hogar del hombre despierto; y al igual que Dios, la creación es inatrapable[2].  Por ello, el autor sabe que, en ese hogar que es la creación, todo está a su servicio, pero nada puede ser considerado propio y permanente.

El libro consta de 276 páginas donde, a través de relatos, el autor expone sus enseñanzas utilizando el humor, forma de escribir en la que considera hay menos oposición y rechazo,  y puede llevar a más personas las reflexiones acerca de los 8 temas en que lo subdivide:
·      ORACIÓN: orar es estar en comunión y armonía con el universo.
·     SENSIBILIDAD: ¿qué es lo que nos hace reaccionar: la realidad o lo que supones sobre  ella?
·      RELIGIÓN: la risa como signo de libertad.
·      GRACIA: los talentos que tenemos son suficientes.
·      LOS  SANTOS: unos  han  nacido santos, otros alcanzan la santidad, otros la reciben sin buscarla.
·      EL YO: la amorosa aceptación de uno tal y como es. 
·      AMOR: hacia un amor generoso.
·      VERDAD: la vedad no se encuentra en fórmulas.
La Oración de la Rana coincide, en muchos de sus relatos, con la mirada de la naturaleza que nos entrega la encíclica  Laudato Si´.

Desde su relato EL TEMPLO EN EL BOSQUE  aborda la Oración:

            “Érase una vez un bosque en el que los pájaros cantaban de día, y los insectos de noche. Los árboles crecían, las flores prosperaban, y toda clase de criaturas pululaban libremente. Todo el que entraba allí se veía llevado a la Soledad, que es el hogar de Dios, que habita en el silencio y en la belleza de la Naturaleza. Pero llegó la Edad de la Inconsciencia, justamente cuando los hombres vieron la posibilidad de construir rascacielos y destruir en un mes ríos, bosques y montañas. Se levantaron edificios para el culto con la madera del bosque y con las piedras del subsuelo forestal. Pináculos, agujas y minaretes apuntaban al cielo, y el aire se llenó del sonido de campanas, de oraciones, cánticos y exhortaciones... Y Dios se encontró de pronto sin hogar. ¡Dios oculta las cosas poniéndolas ante nuestros ojos!”[3]    
En ¿EL SEÑOR Y TU SON SOCIOS? enaltece la Gracia:
            ..... “De manera que la siguiente vez que el rabino dijo: “¡El Señor y tú sois socios”, Goldberg le replicó: Tal vez tengas razón. ¡Pero tendrías que haber visto este jardín cuando era el Señor su único propietario! ”[4]
             Y en PLANTAR ÁRBOLES PARA LA POSTERIDAD hace una completa demostración de Amor:
                   “Se acercaba la época de las lluvias monzónicas, y un hombre muy anciano estaba cavando hoyos en su jardín. “¿Qué haces?”, le preguntó su vecino. “Estoy plantando anacardos”, respondió el anciano. “¿Esperas llegar a comer anacardos de esos árboles?” “No, no pienso vivir tanto. Pero otros lo harán. Se me ocurrió el otro día que toda mi vida he disfrutado comiendo anacardos plantados por otras personas, y ésta es mi manera de demostrarles mi gratitud” [5]


            [1] Tomo 1.  7ª edición. Ed. Sal Terrae,  Santander 1991
[2] CASTRO, Jorge. Pedagogía espiritual de Tony de Mello.
[3] DE MELLO, Anthony. La Oración de la Rana. Pág. 16
[4] Ibíd. Pág. 46
[5] Ibíd. Pág. 74

No hay comentarios.: