Carlos
González Vallés.[1]
DESCUBRE TUS RITMOS: PARA VIVIR MEJOR[2]
Por: Nohora Inés Pedraza Niño
“No se juega con los ritmos, no se juega con la creación, no se juega
con la naturaleza.
Conocer sus ritmos, nuestros
ritmos, aceptarlos de corazón y jugar con ellos. Esta es la gran estrategia
para dominar los ritmos de la vida y hacer que sean instrumentos de crecimiento
y creación.”[3]
En un mundo lleno de actividades, de
aceleres, de hacer…y no de ser…, Carlos Vallés nos invita a despertar, a estar
presentes, a volver hacia atrás y mirar en plenitud que todo en la vida está
regido por ritmos.
Carlos Vallés nos acerca a lo expresado por el Papa Francisco
en LAUDATO SI: La aceleración
de los cambios de la humanidad y del planeta se une hoy la intensificación de
ritmos de vida y de trabajo, en eso que algunos llaman «rapidación». (LS, 18)
En la rapidación se nos han olvidado los ritmos diarios de la
naturaleza, los ritmos mensuales de la luna, los ritmos de las estaciones, los
ritmos de las especies que nos acompañan, los ritmos de la vida, los ritmos
alimenticios, los ritmos de nuestro cuerpo …
Los Ritmos en la
creación…El día y la noche, la tierra y los mares, la luna y
el sol. “Y vio Dios que todo era bueno”.
En la creación el día no lo forman mañana y tarde, sino tarde y mañana:
Atardeció y amaneció, para mostrar que el día no acaba en noche sino en luz.
El autor nos
invita a leer el ritmo de la creación: Dios creó a Adán y Eva de día. Con luz
para que vieran las maravillas del jardín en que los ponía, la armonía de los
cielos, la compañía de animales y plantas. Había plantas, frutos, manzanos,
aves, insectos, mariposas, flores, colores y olores. Tras la luz venían las
sombras y tras las sombras la luz, amaron el día y la noche porque el uno no
podía existir sin el otro.
Pero la rapidación, el consumismo desaforado, la economía de
mercado nos ha traído el mayor
enemigo, el mayor peligro, la mayor amenaza a la felicidad, la sociedad de 24
horas: abierto 24 horas al día, siete días a la semana, 365 días al año, turno
de día y turno de noche, ciudades de 24 horas: comercio, negocios, tráfico,
diversión, vender y comprar. Se acabó el día y la noche, se acabó la
tranquilidad. Se aceleró el reloj.
Es bueno recordar que los seres vivos estamos sujetos a los cambios de
intensidad de la luz del día y la noche, nuestros relojes biológicos tienen
mecanismos fisiológicos de conexión como las hormonas y los nervios. La llave
biológica es la percepción visual del día y la noche (animales diurnos,
animales nocturnos, flores que se abren al
amanecer y se cierran al anochecer, ojos de águila, ojos de lechuza). Aunque hayamos cambiado el planeta, llenado el
planeta de cosas, descubierto y creado medicamentos, nuestro cuerpo sigue
gobernado por los ritmos del universo y del planeta: la noche invita a
descansar y dormir.
El ritmo de las estaciones. El texto hace una bella
explicación de estas, dice que “el
paraíso se inauguró en primavera, las flores se abren, los pájaros cantan, los
animales despiertan, retozan en la hierba. El verano lo conocieron (Adán y Eva)
fuera del paraíso, cultivaron la tierra (…), pero, los días más largos, el aire
templado…el calor, el resguardarse y descubrir que los árboles dan sombra (…). De
pronto el sol quemaba menos, el calor cedía, la brisa refrescaba, las hojas
caían, los días eran más cortos, había más sombra era el primer otoño (…). De repente
había menos calor del sol, migraban las aves, menos luz, más frio, se
necesitaba más resguardo, era el invierno y ¿si el sol no volvía? Que difícil
estar fuera del paraíso. ¿Este sería el castigo?”[4]
Y aquí la
reflexión sobre la producción en masa de alimentos, de productos no perecederos,
de perecederos con luz 24 horas (frutas, hortalizas, carne). Y se olvidaron los
ritmos de la creación en cuanto a los ciclos de la naturaleza, de los
ecosistemas, de la reproducción, de los suelos y los cultivos. Como lo dice el
Papa Francisco: “Dentro del esquema del
rédito no hay lugar para pensar en los ritmos de la naturaleza, en sus tiempos
de degradación y de regeneración, y en la complejidad de los ecosistemas, que
pueden ser gravemente alterados por la intervención humana.” (LS, 190)
Ritmos alimenticios modernos, regulados
por los horarios de trabajo, por las redes sociales, por las actividades
individuales o sociales. Comenos aceleradamente, mirando televisión, leyendo
mensajes del celular. Comemos a golpe de reloj, tengamos hambre o no. Desayuno,
onces, almuerzo, merienda, comida puntuales y obligatorios, creamos nuestros
ritmos, nuestros problemas de salud. ¿Y nuestros amigos, los animales
domésticos?: acomodamos sus horarios ingestivos y digestivos, comer cuando se
ordena, lo que se les dé y donde se ponga el alimento. Contagiamos nuestros ritmos a los animales
que nos acompañan.
El ritmo alimenticio
de los animales en libertad es diferente, comen cuando cazan o cuando
encuentran el árbol favorito, no comen si no tienen hambre, guardan la línea,
saben lo que han de comer.
Ritmos de nuestro cuerpo…todo está conectado… Cada
día más olvidados. El pulso de nuestras venas, la tensión de nuestras arterias,
el subir y bajar de nuestros pulmones, la temperatura de nuestro cuerpo que
cambia con las horas, el parpadeo de nuestros ojos. El corazón rige el ritmo de
nuestra existencia: su latido, la presión sobre los vasos sanguíneos es el
latido de vida, nos acompaña de día y de noche con su fiel ritmo. Y nuestros
sentidos; el palpar, el escuchar, el ver y observar, el oler, el saborear, el
disfrute de la vida a través de ellos. Por ello la importancia del ocio, del
descanso para alabar y agradecer, volver a los inicios: Ley del Shabbath, “el séptimo día, Dios descansó de todas sus
obras: cada séptimo día debía celebrarse como un día de descanso” (LS, 71)
De igual
manera, Carlos Vallés, nos invita a reconocer los ritmos de nuestra mente: sueños…miedos…proyectos: autoestima,
autorrealización. Descubrir la inspiración que nos agita dentro, aprovechar su
ayuda, seguir sus impulsos, obedecer sus ciclos. Es el pulso de la vida que nos
lleva a ser lo que somos, a desarrollar lo que tenemos, a vivir en plenitud
todo lo que elegimos. Compartir, dar y entregar lo que se nos ha dado y
contribuir a dejar nuestro entorno más feliz. Para ello es necesario el aquí y
el ahora. No es rapidismo, consumismo, hacer, tener únicamente. Es ser,
valorar, reflexionar, vivir, reconocer que somos ritmo de vida en la creación y
con la creación. Quiero reconocer que soy ritmo de vida con Dios, con la
creación.
[1]
Ed.
Sal Terrae, Madrid, 2008
[2] “No importa lo que toques – decía Liszt – si llevas bien el ritmo.” La
vida tiene sus ritmos, y para seguirlos debidamente hay que sentirlos. Días y
noches, invierno y verano, pulso y respiración, entusiasmo y depresión… todos
son ritmos que llevamos metidos en el cuerpo y en el alma, que gobiernan
nuestra vida y rigen nuestra andadura. Es importante conocerlos para
aprovecharlos.
Breve descripción del texto
en http://www.carlosvalles.com/nespanol/mislibros.htm, página donde presenta su
vida y sus textos.
[4]
Ibíd., 11-12.
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