miércoles, abril 07, 2010

La PASCUA: Nueva creación

Por John J. Castiblanco P.


Este es un saludo de pascua y de renovación por si acaso las fiestas litúrgicas de inicio de pascua que anualmente conmemoramos parecieran haber perdido su sentido para nosotros, a fin de que volvamos la mirada a la naturaleza, signo por medio del cual Dios habla a su pueblo desesperanzado, y descubramos las buenas nuevas que nos trae. Dios en la naturaleza expresa la perfección de su creación de la cual hace parte el ser humano, quien está llamado a renovarse y perfeccionarse por, con y en el Paso (Pascua) de Cristo vivo y resucitado.

Las estaciones del año, acogiendo el método astronómico que identifica dos equinoccios [igual duración del día y la noche en los dos hemisferios (sur: 20 ó 21 de marzo y norte: 22 ó 23 de septiembre)] y dos solsticios [el sol parece estar quieto (sur: 20 ó 21 de junio y norte: 21 ó 22 de diciembre)] son referentes que nos permiten identificar el inicio y fin de las estaciones durante el año. Por ejemplo, mientras que un país del hemisferio norte (Italia) se encuentra en primavera desde el 21 de marzo, en uno del hemisferio sur (Argentina) se hallan en otoño. Este ejemplo nos lleva a pensar que nuestro Oikos es un organismo vivo en el que se transforma la vida en siempre nueva cada año y en cada estación y en cada hemisferio todos los días del año. La esperanza está en que también ese acontecer siempre igual y diferente lo sea en la vida y espiritualidad de los seres humanos.
Las estaciones de invierno, primavera, verano y otoño expresan cambios climáticos con una duración de tres meses cada una, por tanto tenemos cuatro cambios climáticos a lo largo del año de doce meses. Tiempos estos en los que la vida en el planeta va teniendo formas de desarrollo, cambio y renovación, pero también tiempo de renovación y mantenimiento constante de la vida en todas sus formas. Así mismo, estos doce meses son la medida que la Tierra emplea para dar la vuelta al Sol alrededor de su órbita elíptica. Esta elipse permite comprender que la cercanía y lejanía de la Tierra respecto al astro Sol instaura cada tres meses las estaciones: entre más cerca estemos al Sol estamos en la estación de verano y entre más lejos estamos de él nos hallamos en invierno; así mismo entre estas dos estaciones, el planeta Tierra en las zonas templadas del hemisferio norte y del sur, se suscitan dos estaciones que no se dan en los trópicos y menos aún en las zonas frías, a saber, el otoño y la primavera. El otoño con el que se empieza a mostrar el declinar de la vida que fenece por completo en el invierno y la Primavera, en la que se ubica la Pascua, ¡es el cuando en el que en la que la vida, en todas sus formas, se prepara para nacer otra vez!
Cada una de estas estaciones, con sus días y sus noches, permiten ubicar la salida del Sol y su ocaso, así como la ubicación del norte y del sur como puntos cardinales. Este es el movimiento que denominamos de rotación de la Tierra, con duración de veinticuatro horas, tiempo en el que pasa la vida milimétricamente, con casi imperceptibles cambios, pero sin duda éstos se dan como nos los recuerda uno de los relatos de creación del libro del Génesis, el más antiguo de tradición Jahvista (2, 4b-25): "paso una tarde, pasó una mañana...". El día en el que la vida continúa y con su propia tarea y afán como nos lo recuerda el evangelio de Mateo que llama la atención para evitar la preocupación decómo por cubrir las necesidades básicas (Mt 6, 36): "Por eso no se preocupen del mañana, que el mañana se ocupará de sí. A cada día le basta su problema".

¿Pero qué tiene que ver todo ello con la Pascua? La Pascua celebrada por los cristianos acoge el significado climatológico con el que se suscita nuevamente la vida en la Tierra: una nueva creación, la renovación de la esperanza de la vida, de nuevas maneras de ser y con duración de tres meses. Así mismo, y atendiendo al calendario lunar esta estación nos habla, con su lenguaje, de su inicio, cuando una luna nueva, después de tres meses de invierno, hace su aparición para indicar el tiempo para empezar la preparación de la tierra e iniciar la siembra de semillas. Ese día se hace coincidir en la liturgia cristiana con la noche pascual o del sábado santo.

Los cristianos que habitan en el mundo en la zona del trópico o en el hemisferio sur acogemos el ciclo de las estaciones en el orden en que ocurren en el hemisferio norte como una manifestación de unidad de la Iglesia y de catolicidad al celebrar la fiesta de resurrección en el tiempo del nacimiento de la primavera del hemisferio norte. Es por ello que al inicio del equinoccio de marzo, con el que inicia la estación de primavera, hasta el solsticio de junio los cristianos celebramos el tiempo pascual, tiempo de la nueva creación. En este tiempo litúrgico se celebran dos fiestas litúrgicas importantes que ratifican el sentido de la nueva vida (Resurrección) del mensaje de la Pascua. Estas fiestas son: La Ascensión de Jesús Resucitado (40 días después de la Pascua); Pentecostés (50 días después de la Pascua, con el que se cierra el tiempo pascual).

Consideramos que en la estación de primavera hay una fiesta más, y no menos importante, que nos recuerda el sentido de la Encarnación del Dios en su Hijo Jesucristo y con el que, se puede decir, se ratifica el sentido de la entrega voluntaria de Jesús al inicio de su entrada a Jerusalén que conmemoramos desde el domingo de ramos y sobre todo en la conmemoración de la Cena del jueves con el que inicia el triduo pascual. La fiesta a la que nos hacemos mención es la del Cuerpo y sangre del Cristo, El Corpus Christi (jueves siguiente al noveno domingo de pascua) que nos recuerda la donación de Jesús conmemorada y celebrada días atrás como acontecimiento de la entrega que Dios hace para que el ser humano y cristiano lo siga en su cotidianidad, pero que ahora resucitado ayuda a mantener la fe en el Único Dios creador de todo y que continúa creando junto con el ser humano que ha decidido seguirlo y renovar su seguimiento en la celebración de la Pascua.
Estos tiempos y fiestas que retoman su lugar cada año permiten que accedamos a comprender el sentido con el que vivimos la cotidianidad de la vida: con Dios o sin Él. Atendiendo al discurso de Qohelet, hijo de David, Rey de Jerusalén en el libro del Eclesiástico 1, 1.3-5.9-11.24.26a, encontramos que estas fiestas litúrgicas cuando son realizadas con un sentido inmanente-humano resulta siendo nada nuevo, porque otros ya lo han hecho antes, eso es lo que significa "nada nuevo bajo el sol", pero cuando reconocemos a Quien permite que esa cotidianidad se nos dé, se haya un nuevo sentido y se recibe alegría, ciencia y sabiduría. Leámos y reflexionemos: "¿Qué provecho saca el hombre de todos los esfuerzos que realiza bajo el sol?" sobre todo cuando "sale el sol, se pone el sol, corre por llegar a su puestto y de allí vuelve a salir... Lo que pasó, eso pasasará; lo que se hizo, eso se hará: no hay nada nuevo bajo el sol. Si de algo se dice: Mira, estoes nuevo, eso ya sucedió en otros tiempos mucho antes de nosotros. Nadie se acuerda de los antiguos, lo mismo pasará con los que vengan: no se acordarán de ellos sus sucesores. El único bien del hombre es comer y beber y disfrutar del producto de su trabajo, y aun esto he visto que es don de Dios... Al hombre que le agrada, él le da sabiduría y ciencia y alegría; al pecador le da como tarea juntar y acumular para dárselo a quien agrada a Dios".

Es así que para el cristiano y además ecoteólogo el ejercicio meditativo de leer la naturaleza en cada una de estas estaciones, quizá con las comprensiones de la sabiduría de los pueblos antiguos agrícolas que apropiaban los ciclos de la naturaleza para dirigir su ordenamiento social, puede ayudarlo a encontrar un nuevo sentido celebrativo a estas fiestas litúrgicas en las que cada año, en el marco de la estación de primavera, renovamos la vida en esperanza y la acogemos como nueva vida con aire liberador en la celebración anual de la Pascua: el paso de Jesús, triunfador sobre la muerte, se manifiesta en la vida del mundo oikos en todas sus formas biológicas y en la vida de los creyentes que buscan la vida eterna en la renovación anual de la Resurrección.

Con ello cada año de encuentro con el Resucitado no es solo memoria o un rito repetitivo más si sabemos a Quién buscamos en cada acto y gesto, en cada signo y palabra de esa conmemoración anual que termina en fiesta.