“Un cambio
en los estilos de vida podría llegar a ejercer una sana presión sobre los que tienen
poder político, económico y social. Es lo que ocurre cuando los movimientos de
consumidores logran que dejen de adquirirse ciertos productos y así se vuelven
efectivos para modificar el comportamiento de las empresas, forzándolas a
considerar el impacto ambiental y los patrones de producción. Es un hecho que,
cuando los hábitos de la sociedad afectan el rédito de las empresas, estas se
ven presionadas a producir de otra manera. Ello nos recuerda la responsabilidad
social de los consumidores. «Comprar es siempre un acto moral, y no sólo
económico». Por eso, hoy «el tema del deterioro ambiental cuestiona los
comportamientos de cada uno de nosotros». (LS,206)
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