5 de junio: Día Mundial del Ambiente
DE LA ECONOMIA A LA ECOLOGIA
HAY MAS QUE UN PASO...
ALIRIO CACERES AGUIRRE
Desde que el 15 de diciembre de 1972, la Organización de Naciones Unidas decretó que el 5 de junio se celebraría el Día Internacional del Ambiente, han pasado 4 décadas y ya se puede hacer una evaluación: ¿Qué ha cambiado? ¿Qué se ha mantenido? ¿Cuáles son los aprendizajes verificables de la humanidad en términos de cultura ambiental?
La Cumbre sobre Desarrollo Sustentable conocida como Río + 20 volverá sobre la pregunta de fondo que no puede ser otra que las razones de la fragilidad de nuestra civilización. Hoy como ayer, la certeza que no puede haber un crecimiento infinito en un mundo finito, confronta los sistemas económicos y las ideologías más acentuadas.
En torno a Río + 20, la de los gobernantes y diplomáticos, se espera una enfática manifestación de creatividad y resistencia por parte de los movimientos e iglesias que estarán en la "Cumbre de los Pueblos".
En estos eventos se han planteado dos grandes aspectos para discutir: a) La llamada Economía Verde y b) La gobernanza a nivel territorial. Es decir, se conjugan economía y política para darle orientación a la preocupación ecológica.
En 40 años, sigue vigente la crítica al sistema capitalista respecto a su responsabilidad social y ambiente. Ahora, el tema es la devastación causada por el capitalismo extractivista en los megaproyectos energéticos y mineros, y la inestabilidad de los mercados donde la especulación financiera ha sembrado incertidumbres y cosechado el aniquilamiento de la vida.
En este contexto, vale la pena cuestionar ¿Qué tan verde es la Economía "Verde"? Empezando porque en cuatro décadas se ha ganado en conciencia respecto a que lo ecológico no es sólo un asunto verde pues ya dejó de comprenderse estrictamente dentro de lo biológico para integrar las visiones sociales, económicas, políticas. Es decir lo ecológico es un asunto cultural y como tal hunde sus raíces en aspectos epistemológicos, éticos, religiosos y espirituales. La Ecología es multicolor y por supuesto, la Economía debe mantener tal policromía.
Pero, ¿Qué elementos tener en cuenta para promover una economía más cercana a la ecología? ¿Cómo pasar de lo monocromático del verde al arco iris de alianza por la vida en nuestra "oikos"?
La escandalosa brecha entre opulencia y miseria, el grave
deterioro de ecosistemas, los sangrientos conflictos bélicos, la debilidad de
las democracias, las discriminaciones sociales, aparecen como algunos de los
síntomas del malestar de nuestra civilización. Ante tal situación sobreviene el
interrogante ¿Por qué pasa de lo que pasa? ¿Cuál es la raíz de tantas
problemáticas en el mundo actual?
El señalamiento de responsabilidades apunta al sistema
económico que se ha impuesto y a la lógica de “desarrollo” que se ha
establecido en las políticas globales y copian al pie de la letra la mayoría de
los gobiernos. A este nivel aparecen otras evidencias de la crisis como
desempleo y subempleo, inestabilidad laboral, explotación de quienes aun son
empleados y deben redoblar o triplicar tareas mientras sus ingresos se
mantienen o incluso se reducen, la paradoja de los indicadores económicos que
marchan muy bien mientras la vida cotidiana de la gente va de mal en peor, etc.
Tomada de http://www.ecoticias.com/
Pero, ¿Qué es lo que sucede para que la economía no se
traduzca en vida abundante para todos? Al respecto hay varios puntos para
analizar:
1.
La Economía surgió como una ciencia social
preocupada de la administración de los recursos en función de satisfacer las
necesidades humanas. La palabra “economía” proviene de la raíz griega “oikos”
que significa casa, hogar con todas sus partes. En este sentido está
emparentada con “ecología” y “ecumenismo”, ambos términos referidos tanto a un
conocimiento de las relaciones en la casa como a la convivencia pacífica dentro
de ella. ¿Cuál casa? El territorio local compartido, el planeta Tierra, el
cosmos, la Creación.
Indigna que
se haya roto la comprensión original de la economía y que de ciencia “social”
(con toda la complejidad de lo humano) se haya reducido a un cálculo matemático
de modelos abstractos donde lo que prima es el dinero y no la calidad de vida.
Una economía que no se compadece de las personas traiciona su razón de ser. Una
economía que no tiene en cuenta los enfoques que provee la ecología atenta contra
la esencia de la vida. Una economía que desconoce la importancia de la unidad en
la diversidad riñe con un sano ecumenismo que se enriquece desde las diversas
creencias religiosas e ideológicas con la conciencia de habitar un solo
territorio común. En síntesis, una economía que se olvida de la “oikos” sería
como el ama de casa que se dedica a otros negocios pero descuida lo
fundamental: el bienestar y la felicidad de quienes habitan su morada.
2.
La Economía ha sufrido una transformación con
el paso de los siglos y se ha concretado en formas de relación con la
naturaleza y la sociedad:
·
En la historia precolombina de América Latina
y el Caribe, se identifican modos de producción centrados en la Madre Tierra
y en el trabajo comunitario.
· Con la llegada de españoles, portugueses e
ingleses, se impuso un modelo centrado en
la extracción de metales y la explotación intensiva del suelo con grandes
monocultivos y el uso de esclavos como
mano de obra. Los materiales extraídos viajaban hasta Europa y allí se concentraba la riqueza.
·
Después, comenzaron a instalarse fábricas en
el continente americano, lo que generó empleo proletario en las industrias,
contaminación del territorio local y el traslado de los materiales
transformados hacia Estados Unidos y Europa. La riqueza seguía concentrada en
las potencias pero cierta élite de los países de la periferia, comenzó a
participar de las ganancias.
· Hoy en día, la riqueza no tiene el nombre de
un país en particular, sino de la densidad del capital que se concentra en corporaciones
de corte transnacional. Esto hace que, en las naciones consideradas pobres, “tercermundistas”
o en vía de desarrollo, aparezcan personas dentro de las listas de los
archimillonarios del mundo, pero, paradójicamente, en los países “más
desarrollados” surjan franjas de población que viven en la pobreza.
Este viraje
histórico en la manera en que se producido y repartido la riqueza, indica
también un cambio en las formas de dominio de unos a otros por medio de la
economía: De la esclavitud del Siglo
XVI, pasamos a la opresión del siglo XIX
y XX para afrontar la marginación y exclusión del siglo XXI. Bien lo decía un
sociólogo brasileño “hoy en día, ser explotado es un privilegio” refiriéndose a
que millones de personas ni siquiera entran en el marco de la economía, son los
don Nadie, los que no cuentan, los que sobran. “Antes estabas dentro de la
fiesta así te maltrataran, ahora ni siquiera entras a la fiesta” dijo alguna
vez una de las líderes de un barrio popular.
3.
Pero entonces, ¿A dónde va la riqueza? ¿Quién
se está quedando con las tajadas más grandes del pastel? Los estudios indican
que la acumulación del capital está en las arcas de poderosas
corporaciones que ejercen su poder
transnacional y dentro de su interés por optimizar ganancias, se lucran a sí
mismas, convirtiendo todo en mercancía y reduciendo costos sin ningún tipo de
discernimiento ético. Dentro de esa lógica, se ha venido fortaleciendo el capitalismo financiero, que especula y crece,
sin redundar en mejores condiciones de vida para los seres humanos y los
ecosistemas puesto que lo que interesa es la máxima rentabilidad. De esta
manera viaja alrededor del planeta, buscando el mejor lugar para multiplicarse
sin que permita convertir todo ese capital en satisfactores reales de las
necesidades humanas y de la Madre Tierra. Por eso indigna, el crecimiento
desaforado de las entidades bancarias, sus tasas de interés que rayan con la
usura, sus mecanismos de engaño y manipulación, su indolencia frente al clamor
de los pueblos que mueren de hambre y de desprecio.
Ante este panorama, es necesario precisar cuál es esa
otra economía que queremos. Ante todo hay que desenmascarar la falacia que todo
puede ser convertido en mercancía para que entre en el juego de la oferta y la
demanda, y quede a merced de la mano invisible del mercado. Se requiere con
urgencia un diálogo profundo entre la ética y la economía que contribuya a la
travesía de la inteligencia financiera a la sabiduría económica, aquella que
nos religa con las fuentes de la vida. Esto implica reconocer que la naturaleza
es más que un simple “recurso”; el agua,
más un derecho vital que una valiosa mercancía y el ser humano más que una cifra, código de barras
o dato estadístico como consumidor, cliente o usuario.
De ahí la importancia de la articulación entre Ecología,
Economía y Ecumenismo, que rescata la valoración intrínseca del “oikos”, el
valor sagrado de la naturaleza y su dignidad como Creación de Dios. En ella hay
circuitos de la vida que la economía debe reconocer, respetar y potenciar pues
no hay sana economía sin una profunda ecología.
Por eso, se debe cultivar esa sabiduría que inscribe la
economía dentro de la ecología. En este sentido, hay garantizar que ninguna
nación o corporación se atribuya la propiedad del patrimonio genético que es
reserva de la humanidad y aplicar el principio de precaución frente a toda
manipulación genética. No es admisible el robo de la biodiversidad, ni la
especulación con semillas ni la homogenización comercial de la alimentación.
¡La seguridad y soberanía alimentaria, es cuestión de dignidad!
Es el momento de reconocer que cada uno es “dueño de su
propio destino, capitán de su propia alma” (como en el famoso poema “Invictus”
que inspiró a Mandela a resistir treinta años de prisión, y después ser capaz de
perdonar y liderar procesos de paz). Es
tiempo para narrar otra historia de las cosas (a partir de la interesante
denuncia que hace Annie Leonard con sus videos), de tal modo que la relación
con la Madre Tierra esté mediada por una ética del cuidado y se reduzca la
huella ecológica en cada proceso humano. Es la hora de asumir hábitos de
consumo responsable y ser creativos en
el uso de la técnica. Intentar vivir mejor con menos. Recuperar al anhelo del vivir
bien, tal como nos lo recuerdan los pueblos andinos con su legado de Sumak
Kawsay.
Estamos afrontando el “kairós” (el tiempo propicio de
Dios) para liderar un profetismo ecológico frente a los megaproyectos mineros y
energéticos que nos están retornando al saqueo y la explotación, con el
agravante de arrasar con ecosistemas frágiles que sustentan la vida. Tal como
los indios Cree y recientemente el Padre Jony nos lo recuerdan “el dinero no se
puede comer”, y de seguro, hay otro tipo de tecnologías más apropiadas y menos
contaminantes.
Repensar la Economía en clave ecológica, es una decisión
responsable y futurista. Por eso, la reflexión de fondo respecto al desarrollo
sustentable, el decrecimiento, la economía verde, el buen vivir, la nueva
civilización, requiere una comprensión holística de la vida. En este contexto,
un auténtico discipulado misionero insistirá en que el Dios revelado en Jesús
es el Dios de la Vida en abundancia (Jn 10,10), el que enseña el valor de una
economía de comunión (Jn 6, 1-13; 2 Co 8 -9), denuncia el mal uso del dinero
(Lc 16), promueve la sacramentalidad del otro (Mt 25, 31-46), integra la
Creación en el proyecto redentor (Rom 8, 22-23), ofrece la gratuidad de los
dones de la vida (Ap 22, 17) y no teme hacer de la historia, un altar para
celebrar “los cielos nuevos y tierra nueva, en donde habite la justicia” (2 Pe
3,13).
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