PARA VIVIR COMO RESUCITADOS (*)
La “vida” se convierte así, en el núcleo y horizonte del quehacer cristiano en el mundo de hoy. Pero, ¿qué tipo de vida? La comunidad del evangelista Juan lo deja muy claro: no se trata simplemente de un acto de supervivencia sino de una vida plena, desbordante, perdurable que va más allá de la necesidad. Por eso Jesús, se presenta como el Buen Pastor, que a diferencia de los ladrones, afirma: “Yo he venido para que tengan vida, y la tengan en abundancia” (Jn 10,10) y lo ratifica donando su propia existencia.
De ahí que, al celebrar la vida, pasión, muerte y resurrección de Nuestro Señor, no podamos ser indiferentes ante la cruda realidad de muerte prematura que enluta la cotidianidad. La expresión “muerte prematura”, remite a la gran sensibilidad de los primeros evangelizadores del Continente, quienes contrastaban que las condiciones infrahumanas de los nativos y africanos no iban de la mano con el Plan de Salvación revelado por Dios. En tal sentido, morir prematuramente era consecuencia de las estructuras de injusticia, codicia y egoísmo que impedían disfrutar de la vida abundante ofrecida por Jesús.
Tomado de http://misgraficascristianas.blogspot.com/2009/04/tag-dios-de-la-creacion.html
Sin embargo, hay una situación “nueva” dentro del contexto de la historia de nuestra civilización que está interpelando nuestra fe. Se trata de la llamada “crisis ecológica” que se evidencia en el cambio climático, el daño en la capa de ozono, la destrucción de la biodiversidad, la contaminación de agua, aire, suelo. Es un auténtico “signo de los tiempos” que desde los años sesenta del siglo pasado, ha venido configurando una nueva conciencia planetaria y un cambio de paradigma respecto al papel del ser humano en el universo.
Dentro de las claridades que se han ido logrando, está la certeza de fe que lleva a considerar la naturaleza como Creación de Dios, no un mero recurso natural para ser explotado ni objeto para ser despedazado con el pretexto del avance del conocimiento. Asumir lo que existe como “Creación” lleva a restaurar la relación con el Creador y por tanto, a optar por su proyecto de redención. Un buen ejemplo de esta lucidez teológica lo encontramos en los mensajes para la Jornada Mundial por la Paz de 1990, “Paz con Dios Creador, Paz con toda la Creación” de S.S. Juan Pablo II y de 2010, “Si quieres la paz, cuida la Creación” de S.S. Benedicto XVI. La crisis ecológica, no es sólo un asunto técnico, de especialistas en biología, economía o política, es un asunto ético y moral, profundamente relacionado con los valores y sentidos más hondos del ser humano.
Al recuperar la relación Creación – Creador, las personas nos reconocemos con creaturas, retornamos a la sabiduría que el Génesis propone en la interacción entre “Adán” (humano) y “Adamah” (tierra). En este contexto, la humildad se convierte en una actitud que nos reconcilia con el “humus” y con el Señor del “humus”, de los mares, los cielos y las montañas (cf. Dt 10, 14; Sal 148)
Ya no se comprende al ser humano aislado del mundo sino que se gesta una antropología que reconoce la interdependencia con los ecosistemas, la flora, la fauna, es decir, con todo lo creado por la acción amorosa de Dios. Lo que sucede al Planeta Tierra afecta profundamente a la humanidad y difícilmente se puede visualizar un futuro para el Planeta al margen de lo que acontezca con los seres humanos. Lo que existe, co-existe y por eso, los discípulos misioneros del Evangelio debemos proteger la vida en su integridad, aprendiendo a comprenderla en su complejidad y dinamismo, y descubriendo en ella, la huella sacramental del Creador.
Así, “lo ecológico” no es sólo una cuestión asumida por moda o de manera superficial. Tampoco es un dilema irreconciliable entre el bienestar de los seres humanos o la conservación de la naturaleza. Se trata de un asunto muy profundo, que estremece las bases de la cultura y apuesta por una Civilización del Amor en la que la vida sea abundante para todos y para todo.
Es, en este marco, que debe comprenderse el lineamiento de la Conferencia de Aparecida cuando propone la búsqueda de un “desarrollo alternativo, integral y solidario” (DA 474). Es decir, superar la idea obsoleta que el crecimiento económico es única garantía de desarrollo para repensar los procesos vitales en la lógica de la sustentabilidad, evitando el consumismo, aprendiendo de la austeridad, procurando vivir “mejor” con “menos” y retomar asì, la búsqueda de un buen vivir (“Sumak Kawsay” es el término que utilizan los pueblos andinos para describir tal alternativa).
Tomado de http://www.minedu.gob.bo/utlsaa2010/desarrollo_sostenible/el_buen_vivir_en%20_ecuador_y_bolivia.html
Pero, comprender esto no es cosa fácil ni de resultados inmediatos. Es un proyecto a largo plazo que urge empezar desde ya. Es un rasgo de la misión cristiana que compromete la totalidad de la vida. El martirio de Chico Mendes o de la Hna. Dorothy Stang en la amazonía brasileña son un referente, como el profetismo ecológico de Monseñor Barreto, debatiendo las amenazas de la minería en el Perù, o las recientes denuncias de los obispos del Pacífico colombiano respecto al valor del territorio, o las experiencias eclesiales en torno a las cuencas del Río Columbia y el Río San Francisco, en Estados Unidos y Brasil, respectivamente.
Tomado de http://www.greenpeace.org/usa/en/multimedia/photos/chico-mendes-and-dorothy-stang/
Tomado de http://estaesnuestracasa.blogspot.com/2010_05_01_archive.html
(*) Una síntesis de este texto ha sido publicada por el Periódico "El Catolicismo" Edicion N° 3538 de abril 2011 (Pag 11) http://www.elcatolicismo.com.co/?idcategoria=17412
(*) Una síntesis de este texto ha sido publicada por el Periódico "El Catolicismo" Edicion N° 3538 de abril 2011 (Pag 11) http://www.elcatolicismo.com.co/?idcategoria=17412
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