LOS MAGOS, UNA ESTRELLA Y PROMESAS PROFÉTICAS: PERMANENTE EPIFANÍA en Mateo 2, 1-12
Por John J. Castiblanco P.
Teólogo Universidad Javeriana
Teólogo Universidad Javeriana
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http://www.rcnradio.com/audios/06-01-11/verdades-del-mito-de-los-tres-reyes-magos
Convencidos del valor literario con el que los judíos llamados «Nazarenos» al comienzo de la era cristiana quisieron actualizar y dar continuidad al mensaje de Jesús respecto a sus raíces judías, tenemos este relato de los magos venidos de Oriente con el que el evangelista Mateo quiso dar razón de los comienzos de la vida terrena de Jesús. No dudamos en compartir la alegría de la manifestación del Emmanuel (Dios entre nosotros) con la que literariamente se presenta una “conspiración” maravillosa entre el Universo (con sus astros), los seres humanos (con su búsqueda de Dios que salva) y la Naturaleza (que se ofrece en sus dones,) en este relato legendario de Mateo 2, 1-12 que expresa un alcance de salvación universal.
El valor teológico de este relato en el capítulo 2 del evangelio de Mateo lo podemos centralizar en los rasgos de realeza, esperanza y divinidad del personaje central. Rasgos que serán decisivos para el desarrollo de la totalidad de su Evangelio. El personaje central descrito por Mateo es el Mesías [escogido o ungido para reinar entre los judíos], anunciado en las profecías judías veterotestamentarias (Num 24, 17; Is 49, 23; 60, 5ss; Sal 72 10-15) y esperado como el salvador. Figura del salvador presente también, a su manera, en otros pueblos de la gentilidad grecorromana y de otros pueblos del Oriente que Mateo revelará en la persona humana y divina de Jesús.
Es conveniente decir que esta genialidad literaria de Mateo quiere expresar que la promesa de la salvación llega no solo a judíos, sino que es promesa para toda la humanidad representada en los magos que van a Belén para adorarle desde países del Oriente (Mt 2, 1c; 2, 12) —el mundo conocido en ese entonces— en el que pueblos, con sus expresiones y formas culturales —nos cuenta la historia de las religiones—, estaban a la espera de un salvador en medio de una crisis ética, religiosa, económica y social en la que estaban sus sociedades. Valga elogiar que el alcance a otros pueblos en este relato se ilustra en la inserción de datos de otros mundos culturales y de religiones como las mistéricas, naturalistas, tradicionales e imperiales (grecorromana) que se hallan en crisis en el contexto cultural del naciente cristianismo, como ya dijimos, como un signo de acogida que hace Mateo.
El relato muestra un reconocimiento de las tradiciones del Oriente, en este caso las astrológicas, al ubicar la procedencia de los magos, quienes eran conocidos en esa época y región del planeta como expertos lectores e intérpretes de los astros. Por ello leemos que una estrella apareció en Oriente (Mt 2,7.9.10) y marcó el camino de encuentro de los magos con el Mesías. Un encuentro de manifestación (por eso en este tiempo litúrgico de Navidad se celebra la fiesta de la Epifanía como cierre de este tiempo) guiado por la Naturaleza en una estrella que iluminaba el firmamento. Expresión esta del Altísimo que vino a la Tierra a compartir la condición humana y revelarse con el Dios que salva.
En este punto es conveniente matizar la marcada influencia de aquellas tradiciones culturales que Mateo considera para elaborar su relato, con la posible retensión de ampliar su alcance a otros pueblos y culturas más allá de las fronteras de Palestina. No ha sido así con otras tradiciones no escritas, pero que se han mantenido por haberse conjugado con las de otros pueblos y que en contacto con el cristianismo han llegado para ampliar la comprensión del mensaje de salvación para todos los seres humanos junto con todo lo existente desde las expresiones en diversas culturas. Valga decir que algunas de esas tantas tradiciones se mantuvieron en la práctica del cristianismo porque posibilitaron la comprensión del sentido de manifestación gratuita del Dios hecho carne. Hoy podemos leer en algunas fiestas religiosas, como esta de la Epifanía, datos de esas tradiciones de diversas proveniencias con las que el cristianismo se fue encontrando y que se han venido asimilando con este nuevo sentido durante siglos, pasando así, por un sincretismo religioso que ha hecho que la novedad del cristianismo tenga un alcance que hoy vemos en estas fiestas y celebradas en otras culturas.
Con estas motivaciones les presentamos estas breves líneas para interpretar, desde una comprensión ecoteológica (cómo puede entenderse hoy la acción de Dios en la historia humana y del mundo), este hermoso relato legendario y lleno de riquezas culturales que hoy nos sigue dando razones para entender que la Epifanía (manifestación) del Dios hecho carne es permanente en signos y vestigios, en tradiciones y fiestas, en pueblos y culturas.
Magos Venidos de Oriente
La ciencia histórica nos da razón que fueron cuatro los imperios conocidos en la época de Jesús y que coexistieron en su momento de manera independiente. Ellos fueron: China (con la II dinastía Han); la India (Kushan); los Partos y los Romanos. Estos imperios pudieron entrar en contacto años posteriores por los caminos comerciales abiertos en la conquista lograda por Alejandro Magno hasta la India y que permitió, siglos después, la comercialización de minerales, aromas, comestibles, tejidos, bienes de lujo, así como la apropiación para la siembra de cultivos venidos de otras tierras. Todo ello fue posible por el uso de una lengua común para el comercio (koiné) y el empleo de la moneda que fue sustituyendo el intercambio de productos.
Las tierras del Oriente tenían en sus tradiciones comunes también esta que convoca el texto de Mateo: la lectura astrológica, empleada por reyes y dirigentes para vaticinar los destinos de los pueblos y sus gentes. De allí que vemos en este relato de Mateo la atención a la aparición de la estrella que, desde países del Oriente, marcó el camino del encuentro con el Dios hecho carne con los magos provenientes de países del Oriente.
Podemos identificar tres imperios en Oriente y uno de Occidente. Al de Occidente el evangelista perteneció y conoció la dominación que ejercía en su tierra palestina y la persecución sobre quienes no acataran el culto imperial. Sabía que el emperador romano seguramente no aceptaría un rey-mesías venido de los pueblos dominados, pues él mismo se reconocía como dios en medio de los hombres —atendiendo a una parcial comprensión del sentido que daba la tradición oriental del rey soberano como quien revelaba en sus acciones la voluntad de la divinidad y por eso se le identificaba como divinidad—. Sin embargo, no fue en este sentido oriental como lo apropiaron los occidentales emperadores romanos (desde Octavio Augusto César) que imponían su voluntad, porque ellos mismos se consideraron dioses y sus intereses estaban enmarcados en legitimar una ideología imperial. Podríamos identificar ecoteológicamente una actitud de soberbio antropocentrismo cerrado que se ha evidenciado a lo largo de la historia de relación Hombre-Naturaleza.
Ampliamos esta comprensión errada de divinizarse por parte de los emperadores:
Podemos identificar tres imperios en Oriente y uno de Occidente. Al de Occidente el evangelista perteneció y conoció la dominación que ejercía en su tierra palestina y la persecución sobre quienes no acataran el culto imperial. Sabía que el emperador romano seguramente no aceptaría un rey-mesías venido de los pueblos dominados, pues él mismo se reconocía como dios en medio de los hombres —atendiendo a una parcial comprensión del sentido que daba la tradición oriental del rey soberano como quien revelaba en sus acciones la voluntad de la divinidad y por eso se le identificaba como divinidad—. Sin embargo, no fue en este sentido oriental como lo apropiaron los occidentales emperadores romanos (desde Octavio Augusto César) que imponían su voluntad, porque ellos mismos se consideraron dioses y sus intereses estaban enmarcados en legitimar una ideología imperial. Podríamos identificar ecoteológicamente una actitud de soberbio antropocentrismo cerrado que se ha evidenciado a lo largo de la historia de relación Hombre-Naturaleza.
Ampliamos esta comprensión errada de divinizarse por parte de los emperadores:
En Oriente el rey era considerado como la encarnación de la divinidad y se le tributaban, por consiguiente, honores divinos. Los reyes helenistas habían sufrido ya esta influencia cultural que pasó también paulatinamente a algunos emperadores romanos. Augusto aceptó que fuera divinizado César, y por ello fue llamado «Imperator caesaris divi filius». Tiberio no aceptó nunca honores divinos, pero él mismo se los tributó a Augusto. Al contrario, Calígula, Nerón y sobre todo Domiciano se dejaron fascinar por la divinización. Domiciano hizo erigir por todas partes estatuas al emperador; en Éfeso hizo construir un templo imponente con una estatua suya de dimensiones gigantescas. Esta es la situación que parece presuponer el [libro] Apocalipsis (Segalla, Giusappe. Panoramas del Nuevo Testamento, p. 44).
Podemos acudir a la historia para justificar con la citación de magos de Oriente el largo alcance que pretendía nuestro evangelista al querer ir más allá de los judíos de la Palestina de su entonces («Nazarenos»). Si no olvidamos el dato de la obligada diáspora a la que fueron sometidos los judíos que vivieron en la Palestina del siglo VII a. C. por parte del babilonio Nabuconodosor II, así como tampoco las muchas generaciones judías que lograron ubicarse en grandes ciudades con posiciones influyentes en las sociedades, como las logradas en la época helenística (posterior a la muerte de Alejandro Magno 323 a.C.) en la que eran contratados como mercenarios en ejércitos y reconocidos como buenos comerciantes, podemos suponer que los destinatarios del evangelio de Mateo también eran aquellos judíos que mantenían sus tradiciones ancestrales en tierras extranjeras con las tradiciones y costumbres locales con la pretencion de que también llegaría esta nueva comprensión del mesías esperado, para lo cual era conveniente insertar en su relato datos de las culturas de los países en los que socialmente habitaban y expresar que también para ellos el anuncio del Mesías-Rey en la persona de Jesús. De paso, muchos otros que no fueran judíos y que conocieran algo de esta historia de salvación podrían ser cautivados por este mensaje religioso con raíces judías.
Dones: Incienso, Mirra y Oro
Entregar dones es un signo de sumisión y reconocimiento por parte de quien los entrega. También es un signo de justicia, en este caso con Aquel Niño que nace desposeído a quien los magos le entregan lo que tienen a mano en las provisiones que han traído para el viaje de la promesa desde los países del Oriente para encontrarse con un rey especial y con la esperanza que satisfará de sobra cualquier provisión que puedan tener.
Es claro que los dones son extraídos de la Naturaleza que provee al ser humano para que los haga donación y regalo. Vemos en estos dones la proveniencia de reinos de la Naturaleza tales como el vegetal en el caso de la mirra y el incienso, y del mineral en el caso del oro. Además, reconocer las propiedades y usos que el ser humano les ha dado, muestra la conjugación posible entre la Naturaleza que se dona y el ingenio humano que con su creatividad y curiosidad genera nuevos usos. Así, por ejemplo, el incienso empleado en las ceremonias religiosas expelen aromas agradables al ser combinados con aceites vegetales y grasas animales; la mirra que es aceite vegetal era empleado como ungüento o bálsamo sanador con con efectos analgésicos y por sus propiedades también empleado para embalsamar cadáveres de personas de clase alta; y, finalmente, el oro que por su difícil consecución es valorado altamente respecto a otros metales por lo que culturalmente es ofrendado por su alto valor.
Con todo ello, estos regalos de la Naturaleza han sido interpretados religiosamente y en el cristianismo los Padres de la Iglesia dieron para estos tres dones de la naturaleza unos significados que caracterizan la persona de Jesús y el pensamiento cristiano respecto a su persona: el Oro, su Realeza; el Incienso, su Divinidad; la Mirra, la Pasión de Cristo (Biblia de Jerusalén, 1976, p. 1389. Aparato crítico, comentario a Mt 2, 11).
Permanente Epifanía
Con esta fiesta litúrgica se da por terminado el hermoso tiempo litúrgico de la Navidad y con ello una tarea de compromiso por lo que se pudo encontrar y descubrir en esta Epifanía 2010-2011 a la cual nos preparamos desde el Adviento. Hoy nuestros magos venidos de Oriente son todos aquellos que escuchando el mensaje del salvador nacido han logrado su encuentro de manifestación (Epifanía) en el comienzo del nuevo año litúrgico. Encuentro en el corazón humano (como pesebre espiritual) donde se fijó la estrella que guió el camino de preparación y que conmovió el corazón para postrarse ante el Salvador para adorarle con los dones que se han obtenido en el camino de la vida como menaje para el camino definitivo.
Como leemos en el texto de Mateo no son sólo tres los magos como se cree por la tradición celebrativa religiosa que asume un mago por cada regalo. Lo que ellos representan es la proveniencia de otros reinos del mundo conocido en ese entonces, donde se hallaba el pueblo de Dios (primeros destinatarios del evangelio son judíos que se convierten al cristianismo) pero también tenemos el alcance universal del cristianismo para todos los pueblos del orbe que en sus vaticinios religiosos pueden venir a adorarle. Hoy esos reinos y sus tradiciones pueden ser las ciencias y todos los avances logrados por la especie humana que ayudan a entender la trama de la vida, que evita la arrogancia y antropocentrismo dominador y que ayudan a concienciar en una ética del cuidado y respeto para evitar los comportamientos inhumanos que cohiben el encuentro con el Creador a través de su Creación.
En el evangelio de Mateo parece que la Naturaleza toda se confabula para anunciar el nacimiento de su rey. Hoy estamos llamados a leer los signos de la Naturaleza de manera conjunta: no solo los astros, no solo la actitud intimista de un adorador o del científico arrogante, no sólo el exclusivismo de una religión o de una ciencia o disciplina. Es conveniente en una época como la nuestra de alto flujo de información y de hallazgos científicos sistematizados poder pensar y actuar en perspectiva de descubrir en estos signos labrados por el ingenio humano y por los signos de la Naturaleza con sus cambios, la manifestación de Dios para reconocer su Voluntad y poder avanzar por el camino de perfeccionamiento de la Creación, como afirmó Theilhard de Chardín, de cristificación o perfección de la evolución, que en el ser humano se identifica con el proceso de cefalización o desarrollo del cerebro humano y que expresamos como una actitud ecoteológica de concienciación para el cambio de actitudes y comportamientos que lleven al respeto y cuidado de nuestro oikos.
Podemos entender ecoteológicamente que la cristificación, realización del hombre en Cristo, es la tendencia permanente de conversión y adoración al Creador en su Creación, en el mantenimiento de la trama de la vida que, por existir, debe ser respetada en cada acción antrópica sobre ella para que llegue a su plenitud, así como lo lograron los magos cuando encontraron al Niño de Belén retornando a sus países de origen con la buena noticia de haber encontrado al salvador.
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