Sandra Beltrán:
PORQUE ESTOY AQUÍ
Estoy aquí, porque amo la naturaleza,
porque respeto la creación de Dios, porque de ella vengo, soy parte de ella y
por ella moriré. Creo que la
naturaleza tiene magia. Debe tenerla, porque es incomprensible, con seres
grandes, pequeños, hermosos, curiosos, pero todos con una finalidad,
engrandecer la magia de nuestro planeta.
Cuando
era niña siempre soñé dedicar mi vida al cuidado y preservación de la
naturaleza, pensé en estudiar algo relacionado con su cuidado, por ello quise
estudiar biología marina, desafortunadamente recibí opiniones que me hicieron
desistir de mi idea. Al ver que no podía realizar mi sueño, seguí mi camino
pero nunca dejé de lado la idea de cuidar y aportar mi granito de arena para
salvar el planeta. Continué mi vida universitaria como Administradora de
Empresas, creyendo que el objetivo en el mundo era trabajar y estudiar, tener
un hogar y ser alguien en la vida, me casé, tuve una hermosa hija, que me regaló
el creador, y a la cual le daré gracias por tantas bendiciones que me ha
traído. Habiendo logrado algunos objetivos, sabía que en mí faltaba algo muy
importante, poner mi vida al servicio de la naturaleza.
Mi hija
Alejandra y yo hemos sido muy buenas amigas, compartimos muchos de nuestros
gustos, el amor, el respeto y el cuidado por los seres de la naturaleza, nos
desequilibra ver las noticias sobre injusticias, atropellos en contra del
planeta y sus seres vivos. Sin embargo sólo veíamos noticieros pero aún
no actuábamos en concreto, hacíamos cosas individuales mínimas como sembrar un
árbol, recoger un perrito desamparado y adoptarlo (protegimos 4), y decirle a
cada cual no haga eso, no dañe, no vote, no hiera; en fin intentar crear
conciencia. Hemos visitado algunos
sitios ecológicos, en Colombia, Costa Rica, Estados Unidos, México y otros,
siempre disfrutando de nuestros viajes porque son ecológicos, ver la diversidad
de la naturaleza en cada territorio es muy enriquecedor.
Cuando
tengo oportunidad le digo: “Hija cuando tú sigas tu rumbo yo quiero cambiar mi
vida, quiero dedicarla al servicio de animales y plantas en vía de extinción”. Un
gran día Alejandra, estudiante de Ingeniería en la Universidad
Javeriana tomó una asignatura que se llama TEOLOGIA y
ECOLOGIA; hablando con su director Dr. Germán Mahecha,
quien escuchó su interés por la Ecología y la invitó a participar en el
seminario ECOTEOLOGÍA, ella a su vez le comentó al Dr. Mahecha mi interés por
la Ecología y él muy amablemente nos invitó a participar, desde ese momento vi
la oportunidad de realizar uno de mis sueños, lograr el objetivo de crear
conciencia para cuidar el planeta.
Suena algo ilógico y loco pero siento
un amor incontrolable por la naturaleza, sin ella, no tendría razón mi ser. Busco viajar
frecuentemente al campo para estar en contacto con los animales y las plantas
siempre buscando su cuidado, paso gran parte del día anhelando esos hermosos
paisajes, escasos en la ciudad.
Recuerdo
de pequeña oír llover casi una noche entera, recuerdo el sonido proveniente del
techo de la casa de mis abuelos que me arrullaba ¡un sonido tan reconfortante!
, recuerdo el aire de la mañana
siguiente, de alguna manera más puro y transparente; y cómo los colores, todos
los colores, verde, naranja y hasta el amarillo, de los rayos del sol, eran tan
intensos que brillaban como escarcha y que se reflejaban en cada hoja. Todos
conspiraban para hacer su mejor trabajo y ofrecer un espectáculo digno de
nuestro creador. ¡Qué maravillas, que aún alcanzo a ver en algunos momentos de
mi vida!
Me
gusta la naturaleza porque en ella encuentro paz, inspiración y hasta amor, sí,
amor porque he visto que ella lo da todo a todos sin excepción, sin escatimar…
Y nosotros que no agradecemos, pero ella siempre nos sonríe con la media luna
sobre el cielo. Y ¿qué me dicen del viento? Ese que silva en nuestro
oídos, llevando los cánticos que engalanan los pajaritos, las cigarras, el
viento que sopla sobre la cima de una montaña creando ondas con la hierba, con
las ramas de los árboles, como si fuera agua, y el sonido que se pierde
mientras pasa el tiempo.
Por
esto y mucho más estoy aquí, porque AMO LA GRANDEZA DE DIOS, AMO LA
NATURALEZA. AMEN.
Ana María
Wiesner:
Arquitecta
RECORRIDO
Recorriendo mi camino bajo las
enseñanzas de la espiritualidad Budista, desde hace 16 años, he tenido la oportunidad
de ir encontrando los espacios para adentrarme en los temas que más me han
atraído durante mi vida.
Uno de ellos es el amor a la
naturaleza, su conocimiento y
protección.
El arte y la pintura, presentes
en mi hogar desde la infancia, han sido para mí un medio de expresión de esa
admiración.
Además, el Budismo me ha guiado
para vivir consecuente con mis principios y dar un sentido a mi vida, como son el
amor y el cuidado por todos los seres y la naturaleza.
Hace unos años fui invitada
como practicante budista a participar en la Mesa Ecoteológica de Bogotá. Fue una
experiencia enriquecedora y muy interesante, en la cual nos encontramos
representantes de diferentes espiritualidades, en torno al tema del cuidado del
planeta y sus habitantes.
Compartimos conocimiento y
experiencias, llegando a la valiosa conclusión que el amor y el concepto
sagrado de la naturaleza son universales y están en
todas las espiritualidades de todos los pueblos.
En ese momento me enteré del
seminario “Teología en Diálogo con la Educación Ambiental“ que
se desarrolla en la Facultad de Teología, en el
que participaban ya algunos y viendo que en este espacio se
fusionaban temas de mi interés, decidí participar.
Aquí tuve la fortuna de
encontrar un grupo de participantes de diferentes disciplinas con los
mismos intereses y sueños por contribuir a un mejor mañana para el planeta y
todos sus seres.
Desde diferentes visiones hemos
leído, investigado, discutido y hecho propuestas en el tema. Trabajamos con
mucho entusiasmo en un tema de gran importancia en estos tiempos, en que el
planeta y la naturaleza nos hacen un llamado de auxilio. El estudio de la
Encíclica Papal, “Laudato Si”, ha sido muy importante y de gran apoyo a nuestro
sueño.
Como grupo queremos seguir
trabajando para ampliar nuestros conocimientos en el tema de la ecología y las
espiritualidades, para también transmitirlos a diferentes comunidades.
Es un proyecto de vida,
compartido con amigos y compañeros, con quienes hemos creado lazos académicos y
de amistad.
Martha Cecilia
Pinzón J:
Arquitecta
de profesión
Ambientalista
por decisión
REFLEXIÓN
COMO PARTICIPANTE DEL SEMINARIO
No tengo un recuerdo preciso de
cuando me empecé a interesar en los temas “ambientales”, tal vez y sin darme
cuenta la primera que hizo alusión al tema fue mi abuelita quien vivía con
nosotros desde que me acuerde y decía “es pecado tirar la comida a la basura “
y reutilizaba todo lo que podía en casa; también mi papa que era muy racional en los gastos y
uso de las cosas aplicaba el reutilizar y reciclar.
Ya al acabar el colegio oí por
primera vez la palabra Ecología, cuando acabé mi curso de orientación profesional,
indagué un poco ya que no existía como carrera profesional, lo más cercano era
la Biología, pero no lo sentí como mi proyecto de vida y escogí estudiar
Arquitectura.
Sin embargo la inclinación al
cuidado y el gusto por lo ambiental
seguía estando en mi alma, y así
cuando tenía oportunidad me inclinaba por saber de paisajismo como una
extensión de la arquitectura y la vegetación, y más adelante cuando estaba más
consciente de que la construcción de edificaciones es un gran generador de
problemas ambientales hice un posgrado en certificación LEED para conocer herramientas que nos lleven a un
mejor desempeño respetando pautas que hacen mejor ambientalmente el desarrollo
de la arquitectura.
Por todo esto, cuando fui
invitada al seminario Teología
en dialogo con la Educación ambiental, me brincó
el corazón de emoción y algo de angustia. Emoción porque era un nicho que
estaba esperando para poder contribuir y aprender como persona interesada en mi
crecimiento interior y espiritualidad a partir del componente ecológico, en
busca de la felicidad. Angustia porque no conocía muchas de las temáticas que
abordaban quienes por su experiencia profesional me antecedían y llevaban
varios años desarrollando la relación entre la Teología y la Ecología.
Los textos leídos, junto a las
diversas reflexiones surgidas desde disciplinas diferentes a la mía o
sencillamente por las experiencias que la vida y este grupo de estudio me han dado, unidos a una mirada realista de los
acontecimientos relacionados con mi profesión, han hecho que más de una vez me
haya sentido desmoralizada cuando veo cómo arrasamos la naturaleza con
total despreocupación por lo que tomamos
de ella para nuestros fines. Sentí el compromiso de aportar algo, pues si el mundo es el regalo
de Dios para nosotros y la creación nos debe proveer felicidad, entonces
debemos trabajar para que tengamos un
mejor mundo para nosotros y los que vienen y qué mejor que por medio de la Educación
Ambiental.
Es así que a través del tiempo en
que he participado de este Seminario he aprendido con los textos de Leonardo
Boff sobre la Teología de la Liberación, he conocido a los pioneros y pioneras
de la Ecoteología valorando los aportes que fueron haciendo a lo largo de los
años, por lo cual elaboramos una línea del tiempo para apreciar la evolución de
esta disciplina; así mismo la lectura e
interpretación del libro “Orar
con los elementos” nos proporcionó herramientas para valorar los aportes de las
ecofemisnistas; también fueron muy
enriquecedoras las reflexiones
realizadas a partir de videos ambientales claros, didácticos y pedagógicos. En
fin, este Seminario de formación fue construyéndose con aportes muy
variados donde todos aportamos y nos enriquecemos; por lo cual ahora queremos
salir al mundo a compartirlo.
Emilia
Cabane:
REFLEXIÓN ECOTEOLÓGICA
Creo que han
pasado cuatro años desde que me integré al grupo de Ecoteología, primero fue
por curiosidad y hoy puedo decir que ha sido un enriquecimiento constante, un
cuestionamiento permanente y un muy agradable compartir con mis compañeros. Al
tratar de escoger una imagen para ilustrar el aporte que he recibido y mi
sentir pienso en un camaleón, hermoso, complejo, cambiante y de actitudes
mesuradas.
Hay un enfoque
fundamental que ha permanecido en mi percepción como bióloga. Las primeras
nociones de diseño, orden, funcionamiento, equilibrio, belleza son adquiridas
con una simple mirada y con una reflexión ante cualquier ser viviente, paisaje
o estructura mineral de nuestro planeta. Siempre he pensado que el arte y la
ciencia tienen el deber de despertar, desde una tierna edad, la curiosidad, el
asombro y el respeto por cada representante de la naturaleza que habita esta
Tierra con nosotros. Ese mayor acercamiento y conocimiento de la naturaleza
pueden crear un vínculo fundamental con la Ecoteología.
Sin embargo,
ese enfoque biológico se amplió enormemente al haber podido conocer los
trabajos y aportes de muchos intelectuales, hombres y mujeres estudiosos de
temas teológicos que han conllevado a reflexiones socioambientales, cambio de
políticas y toma de medidas económicas durante este siglo XX. Ahora, el propósito como bióloga y Ecoteóloga
no es sólo cuidar la naturaleza, sino fortalecer todas las instituciones
que con un sentimiento de amor y compasión cristianos favorezcan un equilibrio
entre la noción de progreso y una calidad de vida digna de las poblaciones
humanas desfavorecidas.
La ética y el
avance de la ciencia también han sido temas recurrentes de estudio en nuestros
encuentros y cuyas profundas implicaciones no pueden dejarse de lado. En
nuestro análisis de la Encíclica de Francisco he descubierto que se le da a la
ciencia funciones que no tiene. Se plantea la idea de una ciencia que
debe resolver todos nuestros problemas y donde la conciencia y responsabilidad
cristianas no tienen cabida. Una lógica pragmática en donde lo que se busca es
el éxito en la acción y en la resolución de problemas. Se han cerrado
filas y se han evitado las críticas internas dentro de las instituciones
científicas. Se equipara al científico o a la función del científico con un
espejo que tiene que reflejar la realidad de manera aséptica, y donde la
reflexión ética aparece como invasiva porque la función del científico no es
preguntarse si está bien o está mal lo que hace, la función del científico es
reflejar la realidad. Este fenómeno se agrava por el poder económico que
detentan las grandes corporaciones y con el cual someten Estados débiles. El
llamado a repensar nuestro estilo de vida y nuestros compromisos para forjar
unos ciudadanos sensibles y dinámicos que cuiden esta única y bellísima “Casa”.
Luz
Stella Millán:
CONVICCIÓN ECOTEOLÓGICA
La visión crítica del medio ambiente y la toma de conciencia del hombre
frente a la responsabilidad ecológica que pueda tener, son en la época actual
temáticas que me parece tocan profundamente la ética personal y social. En
torno a ello surge el diálogo entre Teología y Ecología, que se concreta en
este Grupo de Reflexión, y proporciona espacio abierto para educarse y educar
sobre las acciones del ser humano que permitan aportar a la solución de la
crisis, a la conservación de la Creación, vista como máxima obra del amor de
Dios.
La reflexión del Grupo permite
que se aborden los temas Ecológicos con la mirada propia de cada creencia, de
cada disciplina, pero desde la vivencia de cada uno de los participantes; y bajo
esta lupa he puesto mi mirada. La
interacción grupal me ha permitido descubrir las dimensiones fáctica y
espiritual en las cuales se mueve la Ecoteología, a partir de la cual aborda la
Educación Ambiental.
Así realizo, desde la academia, esfuerzos para alcanzar objetivos de
vida que equilibren el entendimiento filosófico y el activismo ecológico que me
permitan definirme como Ecoteóloga ya que a raíz de mi participación en este
Grupo he podido enriquecer los conceptos ecológicos, los fundamentos
teológicos, y contribuir en las acciones que, como amante de la ecología, me
competen desde el quehacer diario, con el fin de restablecer la relación
NATURALEZA – HOMBRE – DIOS, única posibilidad de lograr una convivencia
armónica sobre el planeta.
Gregory Kennedy
SJ:
CÓMO LLEGUÉ A ECOTEOLOGÍA...
Siendo todavía niño aprendí que había una
relación estrecha entre justicia, hábitos y hábitat. Detrás de la casa familiar se ubicaba un
hueco gigantesco, resultado del socavar piedra caliza a lo largo de muchos
años. La empresa, que poseía el abismo,
quería convertir su vacío en plata y armó una propuesta para crear un vertedero
donde se enterraran basuras. Sería el
basurero más grande de Canadá, el destino terminal del descarte de Toronto, la
metrópolis que quedaba a unos 90 kilómetros de mi hogar medio-rural.
A mis vecinos no les gustaba la idea para
nada. Puesto que nuestra agua provenía
de pozos, que se contaminarían fácilmente por los químicos que saldrían
subterráneamente del montón de residuos, el vecindario se juntó para oponerse a
lo que nos parecía una locura patente.
Se escribían cartas a los periódicos, se enviaban delegaciones a los
políticos, se recogía dinero para pagar a los abogados contratados para
protegernos.
Mi primera intuición de que el asunto era más
complejo de lo que parecía, me llegó durante uno de nuestros actos para
recaudar fondos. Se trató de una cena
con espaguetis, cuyo costo era 5 dólares por plato. Con 13 años yo me ofrecí para servir como mesero. Tanta gente vino que se acabó la comida. Nos
felicitamos por el éxito. Pero al final
de la noche, cuando ya habíamos limpiado y ordenado todo, sacamos docenas de
grandes bolsas negras llenas de platos, cubiertos y vasos desechables. Al parecer, eso no le inquietó a nadie salvo
de mí.
Gracias a los esfuerzos comunitarios,
logramos vencer al proyecto. Como se
puede imaginar, la euforia nos invadió, ya que nuestra pequeña comunidad era
como el jovencito David ante una empresa como Goliat, fortalecida por un
ejército legal y administrativo.
Recuerdo bien la primera semana después de
nuestra victoria inesperada. Caminando
hacia el colegio, pasé junto a los pequeños cerros de basura que se sacaban de
las casas todos los lunes. Pero esta vez
a lo que se botaba normalmente, se sumaron todas las cosas de nuestra compaña:
fichas, panfletos, señales etc.
Al verlo, me llenó una tristeza rabiosa. ¿Cómo podíamos luchar tanto para que no nos
llegara la basura de Toronto y al mismo tiempo no pensar dos veces en mandar la
nuestra a alguna otra comunidad?
Habíamos protegido nuestro propio hogar pero aparentemente no nos
importaba un bledo que nuestra suciedad fuera a contaminar un hogar ajeno.
Desde aquella mañana me he esforzado para
evitar producir basura y ser coherente con lo que digo y con lo que hago. Ahora veo con más claridad cómo la Ecología
se vincula con la justicia, y que las dos tienen harto que ver con la esencia
del catolicismo. No puedo separar mi fe
ni de mis acciones ni de mi sitio terrenal.
Para mí, la Ecoteología es nada más ni nada menos que la teología tal cual,
o sea, el intento de entender un poquito más de Dios. Si Dios no está en el conjunto de
ecosistemas, muchos ya crucificados mortalmente, que constituye el mundo, no
tengo ni idea dónde debo buscarlo.
¿POR
QUÉ SOY ECOTEÓLOGO?
Germán Mahecha:
¿POR
QUÉ SOY ECOTEÓLOGO?
A manera
de una autobiografía
Héctor Ochoa Cárdenas, es un compositor y músico
colombiano que al momento de escribir estas líneas cuenta con 81 años
cumplidos. Dentro de su gran repertorio, sobresale la obra que fuera declarada
en 1999 por la Academia Musical Colombiana –ACAMUCOL– como la Canción Colombiana del Siglo XX: El camino de la vida, la cual en la segunda
estrofa dice:
Después llegan los años juveniles,
los juegos, los amigos, el colegio.
El alma ya define sus perfiles
y empieza el corazón de pronto a cultivar un sueño.
Pienso que luego de haberla cantado
tantas veces y comprobar innumerables coincidencias con mi vida pasada y casi
como anuncio profético de lo que vendrá en el futuro, pienso que esta estrofa
podría definir muy bien el por qué soy Ecoteólogo.
Después llegan los años juveniles
Recuerdo esta etapa de mi vida, porque fue el
momento cuando comenzó mi vida como Scout. Fue la oportunidad que tuve para
entrar en contacto con la naturaleza y comenzar a experimentar a Dios en ella. De
hecho, el sexto punto de la Ley Scout dice: “El Scout ve en la naturaleza la obra de Dios, protege los animales y
plantas”.
Los juegos, los amigos, el
colegio
Estos empezaron a presentarse precisamente como la
oportunidad de ejercer un liderazgo para hacer parte del equipo de animación
pastoral en un primer momento para el Colegio Salesiano León XIII en Bogotá y luego para la provincia, lugar desde el cual se
pudo irradiar el espíritu scout, que no es otra cosa que una ecología aplicada.
La prueba de que lo que mucho tiempo después conocería como el testimonio de la
Primera Comunidad Cristiana –Hch 2,
42-47–.
El alma ya define sus perfiles
Fue allí donde me nace la inquietud por querer estudiar algo relacionado
con la naturaleza… y en ese momento, cuando la Ecología no era carrera, sino
una disciplina especializada de la Biología, no hubo otra alternativa que
incursionar en ella. Pero no de cualquier manera, sino aprovechando el
liderazgo mostrado durante la juventud. Por tanto comencé la Licenciatura en
Biología, con lo que se inició el largo camino de ser educador…
Y empieza el corazón de pronto a
cultivar un sueño
Es la etapa en la cual entre la inquietud por
cuidar el páramo y enseñar a los demás a hacerlo, realizo estudios que me
llevarán a un trabajo interdisciplinario –ciencias, pedagogía y teología–, lo
cual ha permitido desde mediados de 2011 realizar una reflexión entre la
Teología y la Educación Ambiental, título del seminario del que hago parte y en
donde he podido compartir ideas y una grata amistad.
LAS
HISTORIAS DE LA ABUELA JUANITA Y MI PENSAMIENTO ECOTEOLÓGICO
María
Jesús Sánchez de Ávila:
LAS
HISTORIAS DE LA ABUELA JUANITA Y MI PENSAMIENTO ECOTEOLÓGICO
De la
lucecita de vela al bombillo ahorrador
Cada día creo más firmemente que la Vida (con mayúscula) es muy sabia y
hace cosas magníficas en la vida de las personas, a veces sin apenas darnos cuenta. Así, lo que en algún momento
no nos gustaba o no
hubiéramos hecho de
ninguna manera, acabamos
haciéndolo con gusto
y entusiasmo sin que nadie nos obligue.
Cuando era pequeña,
joven y no
tan joven oí
una y mil
veces decir a mi
madre: “¡Cuánto daría porque los
jóvenes vivierais una
semana de la guerra
y la postguerra
para que aprendierais
a no derrochar!”. Cosa que me
molestaba porque en el fondo yo creía que mi madre era un poco tacaña, consecuencia
-en parte- de
las penurias económicas
que pasó durante
la guerra civil
y la posguerra españolas.
Épocas en las
que la escasez
y las necesidades
de todo tipo
dejaron una huella profunda
en su personalidad;
porque aunque llegaron
tiempos de abundancia,
casada y con hijos y nietos, una
y otra vez recordaba los días en que hubo que sacar del arca de la abuela la
ropa antigua para
transformarla en abrigos;
recordaba los antojos
en el embarazo
-nunca satisfechos por falta de dinero-, de naranjas o de patatas, las
cenas de invierno en la cama porque no había cómo encender la calefacción o las
películas en el cine de sesión continua donde sí había calefacción.
Una y mil veces nos contaba a sus hijos
-y luego a sus nietos- sus pequeñas heroicidades caseras; pero con una
sola conclusión: Había que ahorrar, ahorrar y ahorrar.
¡Muy bonitas las historias que contaba mi mamá! pero yo, de niña, cada vez que tenía que ir de mi habitación al
cuarto de estar -en medio de la oscuridad de la noche apenas mitigada por la
tenue lucecilla en forma de
vela que alumbraba a
la imagen de
la Virgen del
Carmen-, me moría
del susto y de la rabia pues no entendía el por qué de tanto ahorro. La guerra y la posguerra habían pasado hacía
mucho tiempo y,
gracias a Dios,
ya podíamos comer
patatas y naranjas
hasta hartarnos, había calefacción
en la casa
y en el
Corte Inglés nos
podíamos comprar la
ropa más bonita del mundo.
Pero con el
paso de los
años dejé de ser
la niña
que corría por el
pasillo a oscuras,
y ya casada y muy lejos del control materno decidí
que en mi casa alumbrarían bombillos de 100 vatios porque -entre otras cosas-
la luz en Colombia era mucho más barata que en España y así mis hijos nunca tendrían miedo por la oscuridad.
Pero la Vida, que como dije es muy sabia, siguió su curso lento y pausado, y a
la joven madre derrochadora de los bombillos de 100 vatios le llegó “el apagón
de la era Gaviria” ¿Lo recuerdan?
Seguro que lo
recuerdan, y más
ahora que nos
están amenazando con otro apagón.
La crisis energética que provocó el fenómeno del Niño en 1992, hizo que
durante casi un año viviéramos con racionamientos de
luz, campañas para
ahorrar agua, cambio
en el horario nacional para
aprovechar la luz
solar, etc, etc
(Es curioso que
24 años después
estamos ad portas de una
situación similar).
Durante esos largos meses de oscuridad, a la luz de las velas nos divertimos escuchando La Luciérnaga, contando
historias de miedo,
jugando al monopolio,
cantando canciones infantiles, leyendo cuentos de y, ¡cómo no!, volvimos a recordar las viejas historias de
la abuela Juanita.
Alguna de esas
noches, mirando al
pasado tras el
eco de los
conocidos sermones familiares
y confrontándolo con el presente nació una nueva valoración de la
realidad. ¿El asunto es que uno tenga o no tenga la capacidad económica para
pagar el recibo de la luz, darse gusto en la comida, pagar el último modelo de
alta costura o se trata de otro asunto?
Ahora resultó que la abuela no había
sido una tacaña
sino una preclara
precursora de las
tres erres: Racionalizar, Reutilizar y Reciclar.
Lecturas, noticias, experiencias, personas que fueron pasando por mi
vida de joven madre -cada día menos joven-
me hicieron comprender lentamente, pero con mayor claridad, el otro dicho de
la abuela “Dios escribe derecho
con renglones torcidos”.
Porque hay que
ver ¡lo torcidos
que estaban! Quién iba a decir
que me iba
a volver un
adalid del otrora temido
y despreciado ahorro, ahora
rebautizado con el
término “consumidora responsable”: comprar
bombillos led, golpear la puerta del baño para que los hijos no
durmieran bajo la ducha, emprender campañas en la vecindad
para la separación
de basuras, comprar
productos locales, revisar
los procesos de producción antes de comprar algo, llevar
mis propias bolsas al mercado, etc. En fin, la Vida se fue encargando de
provocar un cambio en mis actitudes y comportamientos de consumidor.
Con el tiempo,
ciertos enunciados pasaron
del ser aceptados
teóricamente a ser vividos conscientemente. De
tal manera que
eso de de
que “la comprensión implica
un cambio en el
comportamiento”, “el comprender
nos transforma”, “Dios actúa
a través de
la historia y
de las personas”, “tenemos
una responsabilidad infinita
con la creación”,
etc, etc, se
fueron o se van
convirtiendo en hábitos
de vida en
los que se
evidencia que la
vida de fe en las nuevas generaciones de esta familia se está
manifestando en comportamientos concretos que -heredados de la
abuela pero transformados
acorde a las
circunstancias- están iluminados
por una nueva manera
de sentir la
realidad. Así, actualmente,
para la hija y los
nietos de Juanita -que
no se pueden dormir
bajo la ducha- la fe y
la vida tratan
de relacionarse coherentemente intentando hacer uno el creer, sentir, valorar y actuar.
Esta ha sido
mi pequeña metanoia ecológica.
Para nosotros, hoy en día,
respetar, cuidar y proteger
la Creación -desde la
perspectiva de consumidores
responsables- es una
manera de expresar en hechos
concretos la creencia en un Dios Creador, Padre
Amoroso y Misericordioso.
¿POR QUÉ LA ECOTEOLOGÍA EN
MI VIDA, EN MI HACER VOCACIONAL?
Nohora Inés Pedraza Niño:
¿POR QUÉ LA ECOTEOLOGÍA EN
MI VIDA, EN MI HACER VOCACIONAL?
Inicio la reflexión
desde la Educación Ambiental pues ésta ha sido mi formación y mi
vocación-profesión durante muchos años y la acerco a la Teología, porque
también, durante muchos años me he preguntado por qué nuestra religiosidad
estaba relacionada “con muchas de nuestras acciones no ambientales” tan
aceptadas culturalmente.
Otra pregunta que
frecuentemente relaciono con lo anterior es por qué no cuidamos nuestro
entorno, nuestro planeta, la vida en todas sus dimensiones. De ahí que siempre
me ha llamado la atención el mito de Higinio, recuerdo de mis clases de
historia en el colegio.
Cierto
día, Cuidado tomó un pedazo de barro y lo moldeó con la forma del ser humano.
Apareció Júpiter y le insufló espíritu. Cuidado quiso darle un nombre, pero
Júpiter no dejó y comenzó una discusión entre ambos. En ésas, apareció la
Tierra, alegando que el barro era parte de su cuerpo, y que tenía derecho de
escoger el nombre. Siguió la discusión y llamaron a Saturno que dio la
siguiente sentencia, considerada justa: «Tú, Júpiter, que le diste el espíritu,
recibirás su espíritu, cuando muera. Tú, Tierra, que le has dado el cuerpo,
recibirás su cuerpo cuando muera. Y tú, Cuidado, que fuiste el que moldeó la criatura,
la acompañarás todo el tiempo que viva. Y como no ha habido acuerdo sobre el
nombre, decido yo: se llamará «hombre», que viene de «humus», que significa
tierra fértil.
Mito del Cuidado (Higinio)
Me encantaban los
Mitos de la clase de historia; éste que tanto me gustó, ahora lo relaciono con la creación y la misión que
según el Génesis tiene el ser humano: “Cuidar”.
Con estas
inquietudes apareció en mi camino el Grupo de Ecoteología de la Universidad
Javeriana para acercarme cada día más a las enseñanzas de la Teología cristiana
donde he ido descubriendo con asombro la belleza de todo el legado ambiental
que se encuentra en la Palabra de Dios, en nuestro libro sagrado; me falta descubrir
mucho más, soy una novata a pesar de llevar varios años en el grupo, porque en
cada diálogo del grupo conozco algo nuevo y me doy cuenta que me falta
profundizar más. Sin embargo, lo
descubierto me acerca al diálogo con la Teología para aprehender, con h,
agarrar, el cuidado del planeta. Pero de igual manera, he ido fortaleciendo mi
conocimiento sobre Doctrina Social de la Iglesia, un tema desconocido para la
mayoría de las personas creyentes, y que nos lleva realmente a conocer cuál es
la misión y el compromiso evangélico de cada uno de nosotros.
Al preguntarme
desde una perspectiva religiosa, creyente, sobre la razón de ser de algunas de
nuestras acciones ambientales, encontré
que el desarrollo de las ciencias duras, de las ciencias naturales, nos alejó
de la capacidad de recrearnos, asombrarnos, del ver más allá de lo aparente; de
ver la esencia del planeta como organismo vivo; de reconocer su capacidad de
resguardarnos y de darnos las condiciones para vivir; se nos olvidó agradecerle
- agradecerle en oración- todo lo que nos ofrece.
El Salmo 104 (103) que nos muestra poéticamente la
belleza de la Creación en íntima relación con su Creador, podríamos
relacionarlo con el concepto de sistema y de
complexus -lo que está tejido en red-, un concepto clave para la Educación
Ambiental; por lo que podríamos afirmar que desde la antigüedad los hebreos
reconocían el valor de religar, de establecer las íntimas relaciones de todo
con todo, de la Vida con el Todo:
(…)Dios
mío que grande eres (…)
(…) de
los manantiales sacas los ríos, que corren por las montañas.
De esa agua beben los animales salvajes; A la orilla de los ríos anidan las aves del cielo; ¡allí cantan, entre las ramas de los árboles!
De esa agua beben los animales salvajes; A la orilla de los ríos anidan las aves del cielo; ¡allí cantan, entre las ramas de los árboles!
Tú eres
quien riega los montes y la tierra se sacia de tu acción fecunda;(…)
Se llenan de savia los árboles del Señor, en ellos anidan las aves pequeñas y grandes.
Se llenan de savia los árboles del Señor, en ellos anidan las aves pequeñas y grandes.
¡Cuántas
cosas has hecho, Señor! Todas las hiciste con sabiduría;
¡La tierra está llena de tus criaturas! (…)
¡El Señor se alegra en su creación! (…)
¡La tierra está llena de tus criaturas! (…)
¡El Señor se alegra en su creación! (…)
La lectura de este salmo me lleva a
plantear la necesidad del cuidado y el agradecimiento. En estos días del
fenómeno del Niño (un fenómeno natural) pero que unido al cambio climático
acrecienta las consecuencias. Veo montañas secas y sin árboles, regiones sin agua, plantas secas o
que no florecen y no pueden ofrecernos alimento, no solo a nosotros, sino a las
aves, a los insectos y a todas las criaturas de la creación. ¿Y me pregunto
dónde están nuestras acciones? En este Año de la Misericordia, proclamado por
el Papa Francisco, que define la Misericordia como: "La ley
fundamental que habita en el corazón de cada persona cuando mira con ojos
sinceros el hermano que encuentra en el camino de la vida" me sigo preguntando: ¿Quiénes son nuestros
hermanos? ¿Extendemos este valor de hermano a todo lo que nos rodea? Tenemos
que preguntarnos si nos estamos relacionando con todo y con todos de la manera
como lo hizo San Francisco que dijo: “Hermano Sol, Hermana Luna, Hermano Lobo”;
porque al nombrar cualquier realidad con el término Hermano, se nos está
invitando a “amar y cuidar”, que es la mejor de las maneras de relacionarse con
todo aquello que nos hermana.
De esta manera, pienso que el cuidado como proceso
formativo viene de la cultura y de la sociedad y que me lleva desde la
Educación Ambiental a aproximarlo a mi cotidianidad cuando observo la creación,
veo mi vida, mi entorno, mi vocación-profesión, convivo en mi familia, en mi
grupo de trabajo, en mi grupo de Ecoteología. Y me acerca a entender la
importancia de la afectividad, en todos los ámbitos de la vida, para el cuidado
de sí mismo, de los demás seres humanos, de la vida en toda su creación, y del planeta.
Como nos lo recuerda el papa Francisco en Laudato Si (LS 77), sobre el amor
de Dios a la creación: El amor de Dios es el móvil fundamental de todo lo
creado: «Amas a todos los seres y no aborreces nada de lo
que hiciste, porque, si algo odiaras, no lo habrías creado» (Sb 11,24).
Cada día, la reflexión Ecoteológica me abre
caminos, cuando tenemos nuestros encuentros de grupo, la socialización de
textos escogidos para releernos y reencontrarnos con nosotros mismos, en el
debate y el diálogo para recapitular ideas, mediar y aprender en grupo y
religarnos con la vida, con el planeta, con
el universo. Ha sido y sigue siendo mi aprendizaje.
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