miércoles, diciembre 15, 2010

EL PESEBRE

¿ADORNO EN LA SALA O EXPRESION DE VIDA?
por: MARIA JESUS SANCHEZ
Educadora, Artista, Teóloga

Hace varios años tomé la decisión de que en Diciembre no iba a “vestir la casa de navidad” y, en consecuencia, no saqué de las cajas los adornos que en el transcurso de los años habían ido llegando a nuestras manos por diversas procedencias. Allí quedaron durmiendo muñecos de nieve, botas, papás, mamás Noel y otros objetos que el comercio nos mete a borbotones por la puerta.

Sin embargo, esto no significó que la Navidad desapareciera de la casa, fue todo lo contrario: yo quise que la Navidad en mi casa tuviera un sentido especial, que la Navidad de mi familia se pareciera a la de mis recuerdos de infancia; es decir, una navidad que girara en torno al Belén, alrededor del cual, cuando era niña, cantábamos villancicos todos los pequeños; era un gran Belén en el que podíamos mover a los Reyes Magos e irlos acercando al Portal llenos de impaciencia en espera de los regalos que nos traían en sus camellos. Así, la Navidad, el 24, era exclusivamente el día de rezar, de cantar villancicos y recibir con júbilo la llegada del Niño Jesús.

Hoy nuestro pesebre ocupa toda la sala y todas y cada una de las figuras que están en él significan algo especial para nosotros.


Cuando invitamos a rezar la novena los amigos me piden que les haga el “tour”, que le explique el Belén, que ponga, en palabras entendibles para ellos, las curiosidades que perciben y no entienden o no les dicen nada. Porque nadie puede descifrar el significado del árbol, más bien feo, de papel brillante verde y amarillo que está en el centro del pueblo, ni el de los minúsculos peces de papel de colores que con su sonrisa invaden el río de papel de plata; menos se entiende la moneda del rey Juan Carlos en uno de los camellos, tampoco saben que siempre el Portal se ubica en lo más alto y a Herodes en lo más bajo, o que esas montañas son cortezas de las encinas de Plasencia.


Porque en estos objetos están escondidos para otros lo que para mí es presencia real; en el árbol, que recibimos como tarjeta navideña, está la compañera que se fue de este mundo en medio de una enfermedad larga y dolorosa, mi madre se encuentra entre los peces del río por el villancico que tanto le gusta (“pero mira como beben los peces en el río”), el abuelo monárquico radical se camufla en la joroba de un camello, la amiga que vive en Sudáfrica se encuentra en la pequeña imagen de madera, etc, etc…

En fin, nuestro pesebre es muy grande pues ha ido creciendo con el ritmo de nuestra vida; a él se han ido incorporando figuritas, casitas, animales y objetos procedentes de un afecto, de una relación, de una nostalgia, son etapas de un camino que hemos ido recorriendo durante años.

De esta manera, podemos afirmar que nuestro pesebre es un sacramento.En el libro Los Sacramentos de la vida y la vida de los Sacramentos de Leonardo Boff, el autor plantea el hecho sacramental como compromiso y liberación, como relación entre el hombre, el mundo y Dios. Afirma que la narración es el lenguaje del sacramento “Si el sacramento profano o sagrado surge de la relación del hombre con el mundo y con Dios, entonces la estructura de su lenguaje no es argumentativa, sino narrativa. No pretende persuadir, sino que quiere celebrar y contar la historia del encuentro del hombre con los objetos, con las situaciones, y con los otros hombres, encuentro en el cual fue pro-vocado a trascender y que hizo que todos ellos le e-vocaran una Realidad superior en ellos presente, con-vocándolo al encuentro sacramental con Dios.” (Boff: 1975,14)

De manera coherente con lo anterior, Boff narra una serie de recuerdos, de vivencias a través de las cuales define, explica y profundiza en el concepto de Sacramento. El lenguaje, en un primer momento, sorprende por lo directo y familiar, pero luego atrae por lo cercano, humano y vivencial.

Siguiendo su ejemplo, y después de darle muchas vueltas, me he atrevido a exponer la comprensión del hecho sacramental contando la historia de un pesebre que exterioriza sentimientos, experiencias, relaciones y sentido de la existencia en mi familia.


¡NAVIDAD! Una época para amar…


Por: Carlos Díaz Franky

“Todo el mundo piensa en dejar un planeta mejor a nuestros hijos, cuando lo que debería pensar es dejar mejores hijos para el planeta”.


Este escrito, está elaborado desde un contexto de urgencia. En nuestro país Colombia, ubicado en América Latina vivimos su inundación por parte de las torrenciales lluvias en aproximadamente el 80% en todas sus regiones. Todo esto ha provocado hambre por falta de alimentos, viviendas, pobreza extrema, tierras y cosechas inundadas, aparición de enfermedades y plagas, destrucción de la infraestructuras viales, de comunicación, salud y educación, falta de fuentes de trabajo y medios de organización social. Todo este proceso de destrucción y desequilibrio de los ecosistemas rurales y urbanos, producto del fenómeno de “la Niña”, unidos a la creciente pobreza, explotación, opresión y exclusión del 70% de los y las Colombianos, muestra un ejemplo claro y concreto de lo que está sucediendo en todo el planeta Tierra actualmente.

Todo el proyecto de civilización material, de crecer y crecer ilimitadamente con recursos naturales limitados, buscando el progreso, la codicia, el egocentrismo, la ciencia y la tecnología ilimitada, el poder y el dinero ilimitados, sacrifica a dos terceras partes de la humanidad y a todo el planeta entero, de tal modo que está acabando el futuro del aire, del agua, de los suelos, animales y plantas y del homo sapiens demens. En medio de esta crisis sociopolítica, económica, ambiental, cultural, moral y espiritual de la especie humana, desde la perspectiva cristiana, desde el espíritu de esta Navidad creemos que hay un futuro lleno de salvación, liberación y esperanza, de fe y optimismo, por que el Reino de Dios en nosotros, entre nosotros y a través de nosotros puede transformarnos en nuestras mentes, corazones y acciones mediante el amor a toda las culturas humanas y a toda la Creación entera. Esta es la reflexión teológica y la acción de la Ecoteología intercultural.

Es la celebración del nacimiento del Hijo de Dios “Jesucristo”, es el momento de compartir con nuestros seres queridos y dejar ver el nacimiento del Amor en nuestros corazones, nacer a una nueva vida actuando en el perdón, la solidaridad y la paz.

Época en la que nos unimos para colocar las luces y armar el pesebre junto con el árbol, pero acaso hemos observado ¿cómo están las luces de nuestra alma?, ¿cómo está nuestro pesebre que es el lugar donde vivimos y compartimos con nuestros vecinos?, ¿cómo está nuestro árbol que en este caso sería el tronco que sostiene nuestros valores para hacer el bien a los demás, nuestra fe y esperanza para conseguir nuestros sueños? Primero habría que mirar hacia adentro para sustentar nuestras vidas afuera.

Este es un buen momento para discernir y avanzar en las decisiones que vamos a tomar en pro de beneficiar nuestro vivir y convivir del día a día, donde podemos perdonar al que nos acaba de herir, donde puedo enviar amor a mi enemigo, donde puedo dar la mano al que lo necesita, especialmente a las personas que más sufren, como lo son por este tiempo los damnificados por el invierno.

Ayudemos también a despertar conciencias, porque es una misión que Jesús encomendó a sus discípulos y nosotros como discípulos de Él debemos hacerlo, colaboremos en distribuir la enseñanza acerca del cuidado de todos y de todo, porque; si tal vez hubiéramos sido amorosos con nuestro planeta Tierra, observándolo como el proveedor de nuestros alimentos y bienestar, quizá nunca lo hubiéramos lastimado tanto. Es el momento de disminuir el impacto ambiental y comenzar a darle a nuestra Tierra el amor que merece, porque somos los cuidadores de ella, más no sus dueños.

Desde el punto de vista del respeto hacia mi prójimo, mi superior, mi compañero, mi subalterno, mi familia, vecinos y hacia todos mis hermanos humanos, los animales y la Pachamama (madre tierra), mejorarán las relaciones entre todos y se vivirá cada año una Navidad más armoniosa, feliz y fraterna, encendiendo con toda tranquilidad y alegría las lucecitas de nuestros corazones. Porque la vida en todas sus formas es la celebración del Creador.

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