domingo, agosto 08, 2010

EN UN LUGAR HAY UNA MANCHA

Por: Alirio Cáceres Aguirre


En estos días las agencias de noticias han venido informando sobre la situación de la Plataforma Deepwater Horizon que ocasionó la muerte de 11 trabajadores y el vertimiento de millones de litros de petróleo en las aguas del Golfo de México. Resulta muy paradójico que el 22 de abril, fecha en que se celebra el Día de la Tierra, se vaya comenzado a divulgar la magnitud de tragedia ocurrida por la explosión de una tubería a más de kilómetro y medio de profundidad. Además, es curioso que el pozo se llame “Macondo” (así lo bautizó un ingeniero inglés que vivió una larga temporada en nuestro país). Pero, lo que es realmente significativo y preocupante es que se trata del mayor desastre ecológico de la historia por causa de derrame de petróleo, superado sólo por el caso de la Guerra de Irak, en 1991, en la que se utilizó el vertimiento de petróleo al mar como estrategia para obstaculizar los barcos enemigos.


Imágenes de la mancha de petróleo en el Golfo de México



Para interpretar, desde la fe, este hecho, los ecoteólogos acostumbramos a formular cuatro preguntas: a) ¿Qué está pasando? b) ¿Por qué pasa lo que pasa? c) ¿Dónde está Dios mientras pasa lo que pasa? d) ¿Cuál es nuestro papel frente a esto que está sucediendo?


La primera pregunta nos lleva a describir la situación, entender qué fue lo que sucedió, mientras que la segunda pregunta, conduce a un diagnóstico de las causas. De las respuestas que obtengamos, dependen las alternativas de solución que se puedan plantear.


Se sabe que la British Petroleum (más conocida por la sigla “BP”), contrató los servicios de la empresa suiza Transocean para extraer petróleo de unos importantes yacimientos ubicados a mar abierto y que fueron detectados hace más de una década. Un aumento de la presión interna del pozo petrolífero, hizo que la tubería fallara, se escaparan gases y líquidos que hicieron explotar la plataforma. Dado que la tubería se rompió, el petróleo siguió derramándose a gran velocidad y tan sólo hacia mediados de julio (casi tres meses después) se logró detener el escape, aunque con una solución provisional.


Ante la magnitud del hecho, sobrevino la reacción del gobierno de Estados Unidos de América para buscar responsables de tal tragedia y surgieron múltiples voces de protesta por parte de organizaciones sociales, ecologistas y ambientalistas. Además, los accionistas de la BP pidieron explicación pues sentían amenazadas sus inversiones por la pérdida de la imagen corporativa de la empresa, los pescadores (especialmente los de camarón) y empresarios turísticos también se quejaron por el impacto negativo en sus ingresos financieros, y los biólogos y ecólogos comenzaron a alertar sobre las consecuencias nefastas del derrame de petróleo sobre el ecosistema.


De tal forma, se fue configurando un escenario de diversas interpretaciones sobre el hecho y por tanto, comenzaron a plantearse diferentes niveles de intervención:


• Algunos se concentraron en explicaciones científicas y técnicas respecto al accidente e ingeniaron mecanismos para recuperar el petróleo vertido al mar, suspender el flujo de líquidos y gases a través de la tubería rota y diseñar otra manera de extraer el petróleo.


• Otros se preocuparon por reparar los daños, tratando de limpiar el mar, proteger las playas y atendiendo a las especies afectadas. En este marco, fiel al lema “el que contamina, paga”, muchos se han dedicado a calcular la cantidad de petróleo vertido al mar (cifras estimadas en barriles, galones o litros) para cobrar un dinero proporcional al daño causado. En negociaciones con Estados Unidos, la BP ofreció crear un fondo con 20.000 millones de dólares para compensar a los afectados por el derrame de crudo en el Golfo de México.


En este sentido, es interesante ver la disparidad de cifras que se manejan tanto de la cantidad de petróleo que se vierte al mar como del petróleo que se ha recuperado y recirculado en grandes buques cisterna.


Al inicio de agosto de 2010 se hablaba de un 4,9 millones de barriles de petróleo (780 millones de litros) derramados, pero a mediados de mayo, Greenpeace calculaba ya una cifra superior a 5 millones (ver por ejemplo datos en http://www.greenpeace.org/mexico/es/Noticias/2010/Mayo/derrame-en-el-golfo-precio-de/
 y http://foro.univision.com/t5/Noticias-y-Pol%C3%ADtica-de-Venezuela/OTRA-MANCHA-NEGRA-EN-EL-IMPERIO-DE-MIERD/m-p/394969476
 o http://www.youtube.com/watch?v=TZlJCgns2mE&feature=related)


Se supone que la diferencia entre lo que se derramó y se recuperó, es lo que sigue en el mar acabando con la vida de los camarones ( uno de los negocios principales en esta zona), espantando a los turistas que temen comprar tiquetes para playas que pueden estar contaminadas y en general, causando daños en la fauna, la flora y en grupos humanos que dependen directamente de las óptimas condiciones de los ecosistemas marítimos.

Otros enfoques van más a las responsabilidades de las empresas y gobiernos. En la red, circula un video de una parodia en la que se caricaturiza a los directivos de la BP que se muestran incompetentes para resolver el derrame de una taza de café sobre una mesa de trabajo (http://www.youtube.com/watch?v=fmv18uhWVWQ) Algunos señalan la causa del desastre como una falta de previsión desde el punto de vista de la ingeniería. Otros critican la lentitud de los gobiernos (especialmente al presidente Obama) para reaccionar ante un accidente de tales magnitudes.

• Finalmente, hay otros sectores de la sociedad que exigen un cambio de paradigma de civilización. Algunos entienden “BP” como un “Basta de Petróleo” argumentando que el uso de hidrocarburos está acrecentando el efecto invernadero, ocasionando un calentamiento global y acarreando el cambio climático. Por ello, hay que buscar otras fuentes energéticas e implementar mecanismos que garanticen la justicia ambiental. Además, ven en el petróleo un mecanismo de desigualdad social, acaparamiento económico y causa de guerras sin sentido. Son los que comprenden que “hay cosas que el dinero no puede comprar”, que no basta crear fondos de indemnización ni proponer formulas de ingeniería sin acompañarlas de un cambio cultural. Tal como lo afirman los indígenas Cree (de Norte América) "Sólo después de que el último árbol haya sido cortado. Sólo después de que el último rio hay sido envenenado. Sólo después de que el último pez haya sido pescado. Sólo entonces descubrirás que el dinero no se puede comer”

 Ante este panorama, es importante identificar criterios de discernimiento que articulen los aspectos éticos con los avances en instrumentos científicos y tecnológicos de cara a la búsqueda de un desarrollo sustentable para todos. En el fondo lo que se vislumbra con esta tragedia en el Golfo de México es que se requieren ajustes de todo tipo, pues no basta con quedarse simplemente en los asuntos técnicos, económicos o políticos sino que se requiere revisar los estilos de vida, los modelos de desarrollo y los paradigmas existenciales para renovar la relaciones consigo mismo, con los demás, con el resto de la Creación y con el Dios Creador para alcanzar mejores niveles de calidad de vida.


Por eso es importante indagar ¿Dónde está Dios mientras pasa lo que pasa? ¿Se trata de un Dios indolente que no le importa la tragedia de su Creación? ¿Es un Dios severo que castiga nuestra soberbia y hace que la Madre Naturaleza se rebele? O ¿un Dios solidario con la crucifixión de los océanos y la angustia de los pescadores? Justamente en este marco se mueve el aporte de la reflexión ecoteológica. Renovar la imagen de Dios y hacerla coherente y pertinente con las dimensiones de la crisis ambiental, seguramente contribuirá ha asumir comportamientos ambientales de mayor alcance y calidad.


y ¿Cuál es nuestro papel frente a esto que está sucediendo? El pensar teológicamente conlleva un actuar ecológicamente. Se trata de un cambio de paradigma en la acción humana en la que se considere a la naturaleza no como “algo”, sino como “alguien”, retornándole su valor sagrado y estableciendo una nueva alianza para permitir que la vida sea sustentable en nuestro “oikos”.

Tal vez suene quijotesco pensar en otra forma de vivir y ser feliz, pero esa mancha enorme de petróleo sobre el verde azul de océano y todas esas imágenes de destrucción tendrán que servirnos de espejo para reflexionar y emprender un nuevo camino como civilización.

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NOTA: Una versión breve de este texto será publicada en la Revista Vida Nueva (Colombia) en el mes de agosto.



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